/ lunes 27 de mayo de 2024

Familias jornaleras de León: vivir entre riesgos, entre miedos y entre el hambre

Se estima que llegan a Guanajuato de entre mil 500 y 3 mil personas de Guerrero y Michoacán para la cosecha de mayo y septiembre

León, Gto.- Las familias de jornaleros agrícolas saben que el trabajo en el campo implica riesgos, peligros, sobre todo para niñas, niños y adolescentes, quienes, a falta de guarderías, ahora son cuidados por las mujeres que tienen la figura de la matriarca.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), para la cosecha de mayo y septiembre, se estima que llegan al estado de Guanajuato entre mil 500 y tres mil personas de Guerrero y Michoacán; tan sólo en la comunidad La Sandía y sus alrededores arriban alrededor de 50 personas de la Sierra de Guerrero.

La otra mirada

La mayoría de las frutas y verduras que hay en las mesas de los hogares han sido recolectadas por jornaleros, quienes pasan sus días de sol a sol, reuniendo aquellos alimentos que se adquieren en el mercado o supermercado limpios, sin tierra para preparar alimentos.

Sus manos están llenas de ampollas, cicatrices y están cuarteadas por exponerse al polvo y a la sequía del campo.

En la comunidad La Sandía hay una mujer con más de 60 años. Es la matriarca de la familia y llegó a trabajar en el campo, pero su rol cambió a niñera, luego de la desaparición de Javier Modesto, niño indígena de tres años originario de Guerrero, del que no se sabe sobre su paradero desde el pasado 15 de mayo; su desaparición ocurrió entre las comunidades La Sandía y El Jagüey, en los límites de los municipios de León y Romita.

La señora, de quien se omite su nombre por temor a represalias, platicó cómo es trabajar en el campo y los riesgos a los que se exponen los jornaleros.

Primeramente, explicó que la falta de recursos los obliga a bajar de las montañas de Guerrero a familias completas al estado de Guanajuato; en algunos de los casos, la población desplazada no se les ofrecen los servicios necesarios como una vivienda con los servicios, alimentos, agua potable, servicio médicos, trato digno y, lo más importante, una guardería o un lugar seguro donde dejar a sus hijos.

Por lo anterior, se tienen que llevar a sus hijos a trabajar entre los surcos, a los menores de seis años los cuidan a distancia, mientras están en la pizca del tomatillo y chiles, pero ya arriba de siete años son aptos para tomar un bote o una canastilla para ganarse unos cuantos pesos.

Aseguró que año con año llegan a la ciudad de León y trabaja en un horario de ocho de la mañana hasta pasadas de las cuatro de la tarde. Los jornaleros llegan con dolor de cabeza y no hay un médico que los atienda o un especialista que esté atento a su salud, pero así se la juegan para poder comer.

Los rostros del dolor

Cerca de 1.7 millones de personas en hogares de jornaleros tienen entre tres y 15 años de edad.

Los niños que ya empiezan a adentrarse a esta actividad desconocen los peligros a los que se enfrentan, como es la desigualdad, pero también dejan a un lado su niñez por apoyar a sus padres en el campo y aportan para alimentos y pagar una renta de mil 500 pesos mensuales para rentar un cuarto.

Estos cuartos que son rentados por las familias que llegan de Guerrero son pequeños, miden aproximadamente ocho metros de ancho por 10 de largo donde sólo caben tres bases de camas, no se alcanza distinguir ni un baño mucho menos un espacio para bañarse, por lo menos a jicarazos.

Además no cuentan con un espacio para guardar su ropa por ello, los jornaleros colocan lazos para colgar su ropa, misma que divide una base de cama de otra, estos son los jornaleros que tienen suerte, pero dicen que hay quienes viven en peores circunstancias, porque tienen un cuarto casi casi de 4 por 4, duermen en el piso y no cuentan con agua.

La casa de ladrillo y cemento no cuenta con ventanas, sólo una puerta y ante esta ola de calor se mantienen emparejadas para que los niños no salgan a la calle. Afuera de la casa entre el polvo, montan con palos, tarimas y hules una donde cocinan con leña, también hay piedras y ladrillos que utilizan para sentarse.

Al cuestionar a la mujer sobre cuántas personas viven en ese cuarto dijo que pocas, pero no quiso hablar mucho pues temen por su seguridad porque a parte del maltrato que viven, inseguridad durante su tránsito al estado sufren constante acoso, abuso de autoridad y desaparición de personas jornaleras agrícolas.

Finalmente dijo que en todos los estados no hay condiciones adecuadas para recibir a los jornaleros mucho menos para los niños. Pero tienen que seguir aguantando eso, pues es eso o morir de hambre en sus lugares de origen.

León, Gto.- Las familias de jornaleros agrícolas saben que el trabajo en el campo implica riesgos, peligros, sobre todo para niñas, niños y adolescentes, quienes, a falta de guarderías, ahora son cuidados por las mujeres que tienen la figura de la matriarca.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), para la cosecha de mayo y septiembre, se estima que llegan al estado de Guanajuato entre mil 500 y tres mil personas de Guerrero y Michoacán; tan sólo en la comunidad La Sandía y sus alrededores arriban alrededor de 50 personas de la Sierra de Guerrero.

La otra mirada

La mayoría de las frutas y verduras que hay en las mesas de los hogares han sido recolectadas por jornaleros, quienes pasan sus días de sol a sol, reuniendo aquellos alimentos que se adquieren en el mercado o supermercado limpios, sin tierra para preparar alimentos.

Sus manos están llenas de ampollas, cicatrices y están cuarteadas por exponerse al polvo y a la sequía del campo.

En la comunidad La Sandía hay una mujer con más de 60 años. Es la matriarca de la familia y llegó a trabajar en el campo, pero su rol cambió a niñera, luego de la desaparición de Javier Modesto, niño indígena de tres años originario de Guerrero, del que no se sabe sobre su paradero desde el pasado 15 de mayo; su desaparición ocurrió entre las comunidades La Sandía y El Jagüey, en los límites de los municipios de León y Romita.

La señora, de quien se omite su nombre por temor a represalias, platicó cómo es trabajar en el campo y los riesgos a los que se exponen los jornaleros.

Primeramente, explicó que la falta de recursos los obliga a bajar de las montañas de Guerrero a familias completas al estado de Guanajuato; en algunos de los casos, la población desplazada no se les ofrecen los servicios necesarios como una vivienda con los servicios, alimentos, agua potable, servicio médicos, trato digno y, lo más importante, una guardería o un lugar seguro donde dejar a sus hijos.

Por lo anterior, se tienen que llevar a sus hijos a trabajar entre los surcos, a los menores de seis años los cuidan a distancia, mientras están en la pizca del tomatillo y chiles, pero ya arriba de siete años son aptos para tomar un bote o una canastilla para ganarse unos cuantos pesos.

Aseguró que año con año llegan a la ciudad de León y trabaja en un horario de ocho de la mañana hasta pasadas de las cuatro de la tarde. Los jornaleros llegan con dolor de cabeza y no hay un médico que los atienda o un especialista que esté atento a su salud, pero así se la juegan para poder comer.

Los rostros del dolor

Cerca de 1.7 millones de personas en hogares de jornaleros tienen entre tres y 15 años de edad.

Los niños que ya empiezan a adentrarse a esta actividad desconocen los peligros a los que se enfrentan, como es la desigualdad, pero también dejan a un lado su niñez por apoyar a sus padres en el campo y aportan para alimentos y pagar una renta de mil 500 pesos mensuales para rentar un cuarto.

Estos cuartos que son rentados por las familias que llegan de Guerrero son pequeños, miden aproximadamente ocho metros de ancho por 10 de largo donde sólo caben tres bases de camas, no se alcanza distinguir ni un baño mucho menos un espacio para bañarse, por lo menos a jicarazos.

Además no cuentan con un espacio para guardar su ropa por ello, los jornaleros colocan lazos para colgar su ropa, misma que divide una base de cama de otra, estos son los jornaleros que tienen suerte, pero dicen que hay quienes viven en peores circunstancias, porque tienen un cuarto casi casi de 4 por 4, duermen en el piso y no cuentan con agua.

La casa de ladrillo y cemento no cuenta con ventanas, sólo una puerta y ante esta ola de calor se mantienen emparejadas para que los niños no salgan a la calle. Afuera de la casa entre el polvo, montan con palos, tarimas y hules una donde cocinan con leña, también hay piedras y ladrillos que utilizan para sentarse.

Al cuestionar a la mujer sobre cuántas personas viven en ese cuarto dijo que pocas, pero no quiso hablar mucho pues temen por su seguridad porque a parte del maltrato que viven, inseguridad durante su tránsito al estado sufren constante acoso, abuso de autoridad y desaparición de personas jornaleras agrícolas.

Finalmente dijo que en todos los estados no hay condiciones adecuadas para recibir a los jornaleros mucho menos para los niños. Pero tienen que seguir aguantando eso, pues es eso o morir de hambre en sus lugares de origen.

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