/ sábado 29 de julio de 2023

Tech trends | Dependencia emocional

@daguilargallego Twitter

Las imágenes de parejas, familias y amigos en restaurantes, parques e incluso en los hogares, inmersos en las pantallas de sus smartphones, sin duda, se han convertido en una postal común de nuestra era. Al observar este panorama, uno puede plantearse: ¿Cuándo la conexión a un mundo virtual empezó a desplazar nuestras conexiones humanas? Alex Haigh, un joven australiano, lanza un poderoso mensaje a través de su campaña Stop Phubbing: es tiempo de liberarnos de la dependencia emocional hacia nuestros smartphones y revitalizar nuestras interacciones cara a cara.

El término 'phubbing', acuñado en Australia a inicios de 2012, es un híbrido de las palabras 'Phone' y 'Snubbing', haciendo referencia al desprecio que mostramos hacia nuestras relaciones interpersonales cuando preferimos la interacción con el smartphone. Según Haigh, el objetivo de su campaña no es iniciar una guerra contra la tecnología, sino invitarnos a reflexionar sobre cómo nuestra conducta cambia en presencia de estos dispositivos.

Algunos datos arrojados por la campaña son alarmantes: el 90% de los adolescentes prefieren el contacto vía texto que cara a cara; el 97% de los comensales asegura que su comida sabe peor cuando son víctimas del phubbing. Estas cifras no solo sugieren una pérdida de las habilidades sociales y de la apreciación de experiencias tangibles, sino que también alertan de un problema mayor: la dependencia emocional de la tecnología.

Nuestra dependencia emocional de los smartphones no solo nos desconecta de nuestras relaciones interpersonales, sino que también nos aleja de nosotros mismos. Nos perdemos en la inmediatez de las redes sociales, actualizando nuestros estados en Facebook, publicando tweets o compartiendo fotografías en Instagram, y descuidamos nuestra capacidad de estar presentes, de apreciar el aquí y el ahora. Estamos creando una sociedad en la que el temor a perderse un suceso del mundo virtual supera la apreciación de lo que sucede en el mundo real. ¿No es absurdo ir a un concierto y que el de enfrente de ti se encuentre viendo el concierto “en vivo” pero a través de su Smartphone mientras graba y sube a redes sociales?

Si bien la tecnología ha proporcionado inumerables ventajas, necesitamos establecer límites saludables para su uso. Es hora de evaluar nuestra relación con los smartphones y considerar cómo estos dispositivos están afectando nuestra capacidad para conectarnos con los demás, con el mundo y con nosotros mismos.

Es necesario que, individual y colectivamente, nos esforcemos por reconectar con las personas y experiencias que conforman nuestra realidad tangible.

La dependencia emocional de los smartphones no es una causa perdida. Tenemos la capacidad de cambiar el curso, de elegir a nuestros seres queridos y a nosotros mismos sobre una actualización de estado o un like efímero. En lugar de permitir que nuestros smartphones nos dominen, utilicémoslos como herramientas para enriquecer nuestras vidas, no para reemplazarlas.

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Las imágenes de parejas, familias y amigos en restaurantes, parques e incluso en los hogares, inmersos en las pantallas de sus smartphones, sin duda, se han convertido en una postal común de nuestra era. Al observar este panorama, uno puede plantearse: ¿Cuándo la conexión a un mundo virtual empezó a desplazar nuestras conexiones humanas? Alex Haigh, un joven australiano, lanza un poderoso mensaje a través de su campaña Stop Phubbing: es tiempo de liberarnos de la dependencia emocional hacia nuestros smartphones y revitalizar nuestras interacciones cara a cara.

El término 'phubbing', acuñado en Australia a inicios de 2012, es un híbrido de las palabras 'Phone' y 'Snubbing', haciendo referencia al desprecio que mostramos hacia nuestras relaciones interpersonales cuando preferimos la interacción con el smartphone. Según Haigh, el objetivo de su campaña no es iniciar una guerra contra la tecnología, sino invitarnos a reflexionar sobre cómo nuestra conducta cambia en presencia de estos dispositivos.

Algunos datos arrojados por la campaña son alarmantes: el 90% de los adolescentes prefieren el contacto vía texto que cara a cara; el 97% de los comensales asegura que su comida sabe peor cuando son víctimas del phubbing. Estas cifras no solo sugieren una pérdida de las habilidades sociales y de la apreciación de experiencias tangibles, sino que también alertan de un problema mayor: la dependencia emocional de la tecnología.

Nuestra dependencia emocional de los smartphones no solo nos desconecta de nuestras relaciones interpersonales, sino que también nos aleja de nosotros mismos. Nos perdemos en la inmediatez de las redes sociales, actualizando nuestros estados en Facebook, publicando tweets o compartiendo fotografías en Instagram, y descuidamos nuestra capacidad de estar presentes, de apreciar el aquí y el ahora. Estamos creando una sociedad en la que el temor a perderse un suceso del mundo virtual supera la apreciación de lo que sucede en el mundo real. ¿No es absurdo ir a un concierto y que el de enfrente de ti se encuentre viendo el concierto “en vivo” pero a través de su Smartphone mientras graba y sube a redes sociales?

Si bien la tecnología ha proporcionado inumerables ventajas, necesitamos establecer límites saludables para su uso. Es hora de evaluar nuestra relación con los smartphones y considerar cómo estos dispositivos están afectando nuestra capacidad para conectarnos con los demás, con el mundo y con nosotros mismos.

Es necesario que, individual y colectivamente, nos esforcemos por reconectar con las personas y experiencias que conforman nuestra realidad tangible.

La dependencia emocional de los smartphones no es una causa perdida. Tenemos la capacidad de cambiar el curso, de elegir a nuestros seres queridos y a nosotros mismos sobre una actualización de estado o un like efímero. En lugar de permitir que nuestros smartphones nos dominen, utilicémoslos como herramientas para enriquecer nuestras vidas, no para reemplazarlas.