Beatriz durmió más de doce horas continuas sin soltar de sus brazos a su hijo Carlos de apenas cinco años de edad. Su cansancio no era sólo por los cientos de kilómetros que caminaron desde que salieron de Chiapas hasta cruzar la frontera entre Estados Unidos y México, ella también quería descansar del hambre, de las inclemencias del tiempo y, sobre todo, de lo dura que ha sido la vida con ella.
“Beatriz perdió en el camino a su esposo…”, me contaron los encargados del albergue para migrantes de Dallas en el que esa mujer y su hijo descansaban. Mientras Beatriz se tomaba un respiro antes de continuar su camino rumbo al “sueño americano”, en los principales medios de comunicación se difundía la conmemoración del Día Internacional de las Mujeres.
Cada 8 de marzo recordamos la lucha en pro de la igualdad, la justicia, la paz y el desarrollo de las mujeres. Beatriz es una mujer migrante y su voz también es parte de esta arenga, no obstante, su lucha la libra desde otra trinchera: lejos del hogar y de los seres queridos que tuvo que dejar para intentar mejorar su vida.
En la actualidad, muchas de las mujeres en el mundo son el impulso de su propio desarrollo, de sus familias y de sus comunidades de origen. En el caso de la migración, las mujeres son parte del incremento sin precedentes que ha tenido la movilización humana. Se calcula que existen más de 136 millones de mujeres migrantes en el mundo (48% aproximadamente del total de población migrante internacional).
De estas cifras, se estima que son más de 5 millones las mujeres migrantes mexicanas. En cuanto a los trabajos que desempeñan nuestras paisanas que llegan a los Estados Unidos, se incorporan principalmente en el sector de servicios, realizando actividades como trabajadoras domésticas, niñeras, al cuidado de enfermos o de personas en edades avanzadas.
A pesar de que las mujeres migrantes suelen llevar consigo sus usos, costumbres y factores de crianza (aspectos que siguen encasillándolas en actividades tradicionalmente para mujeres), cada vez es más notorio su papel en otros sectores como el educativo, empresarial e, incluso, político.
Por dar un ejemplo de la superación que han tenido las mujeres migrantes en la Unión Americana, el año pasado Mayra Flores se convirtió en la primera mujer nacida en México en prestar juramento al Congreso de los Estados Unidos, luego de ganar el Distrito 34 de Texas. "Mi primer día en el cargo y seguro que es memorable. De esto están hechos los sueños: fe, familia y trabajo duro", publicó Mayra en sus redes sociales.
Antes de poner punto final a este artículo, no dejo de pensar en Beatriz y Carlitos. Quizás ya dejaron atrás el albergue y estén, en el mejor de los casos, a punto de llegar con algún familiar que los reciba en otra ciudad de los Estados Unidos. Beatriz, más allá de ser migrante, es una gran mujer.
Como lo son todas. Porque todas las mujeres no dudan a la hora de poner el corazón por delante y enfrentar miedos, discriminación e injusticia. Esa es la principal fortaleza de las mujeres y por la que vale la pena luchar a su lado no sólo cada 8 de marzo, sino cada vez que una madre, una hermana o una migrante vea al sol de frente y requiera una voz de aliento.
Juan Hernández
Analista de temas de migración
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