/ domingo 31 de marzo de 2024

Viernes Santo, servir con fe como Esperanza

Columna: Historias del Estado Número 33. (No. 24)

Esperanza vive su fe cada día. Gracias a su gran amor por nuestro señor Jesucristo es que las caídas de Esperanza han sido motivos para que ella siga avanzando. Esperanza logró cruzar el desierto de Arizona y lo hizo, según su arraigada creencia, por la fe que puso en Jesús al ingresar a ese infierno sobre la tierra y, sobre todo, logró llegar a Estados Unidos por su amiga Irene, quien en todo momento la alentó a no detenerse. “Servir, debemos servirnos los unos a los otros, amiga, sólo así tendremos una oportunidad”, eran las palabras que Irene le decía una y otra vez a Esperanza cada que ésta sentía que no podía más y que terminaría cayendo en ese desierto abrazador. Cuando al fin llegaron a Estados Unidos, Esperanza estaba eufórica, la adrenalina, el miedo, la deshidratación y la fe, todo se mezclaba en esa euforia que la hacía llorar como nunca antes lo había hecho.

Como ya lo he venido comentando en este mismo espacio, el aumento exponencial de la movilidad humana en las últimas décadas ha hecho de la migración un tema cada vez más complejo. Si bien la globalización ha logrado permear una cultura compacta, en la que su principal característica, como lo dicen especialistas, es el consumo de imágenes sin identidad, algo sigue muy profundo en el actuar de quienes deciden migrar: sus creencias. Sabemos que las personas que salen de sus países en busca de mejores oportunidades, sufren toda clase de inconvenientes y peligros, y es, precisamente, en su religión en la que encuentran consuelo y, sobre todo, esperanza.

En el libro titulado Migración, identidad y religión: aproximaciones al estudio del papel de la práctica religiosa en la redefinición identitaria de los migrantes mexicanos nos hablan que para los migrantes mexicanos que se desplazan a los Estados Unidos, las prácticas religiosas juegan un papel muy importante en dos aspectos: primero, el papel de la práctica religiosa en el proceso de socialización de los migrantes recién llegados; y segundo, la reutilización de actividades tradicionales como la devoción a los Santos Patronos para la revitalización de vínculos con las comunidades de origen. Este libro también nos dice que, a pesar de que el perfil del migrante es heterogéneo (va desde la migración indígena hasta la migración de profesionistas altamente calificados), posiblemente una de las características que comparten al cruzar la frontera es su fe, y más aún al saber que se adentran a un nuevo entorno social que es, normalmente, hostil.

Esperanza ya cumplió un año en los Estados Unidos y su fe es cada vez mayor. Es Viernes Santo y ha pedido permiso para faltar a la casa donde hace la limpieza todos los días. Esperanza toma su biblia y lee en voz alta un versículo de San Juan. “Pues si yo, el Maestro y Señor, les he lavado a ustedes los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros.” Al terminar de leerlo, Esperanza recuerda a su amiga Irene, quien no tuvo la misma suerte y murió en el desierto al intentar llegar a Estados Unidos. Desde niñas se criaron juntas en ese pueblo de San Luis Potosí y siempre se prometieron salir adelante unidas. Hoy, Esperanza sigue el ejemplo de su amiga, quien no sólo la salvó con ánimo y aliento, también le enseñó el espíritu de servicio. Al concluir al viacrucis al que asistió Esperanza, regresará a casa a realizar unas llamadas a México. Una de ellas es para la hija de Irene, a quien la ha adoptado para sacarla adelante. “Servir, debemos servirnos los unos a los otros”, se repite en voz baja Esperanza, así como se lo repitió su amiga una y otra vez en el desierto de Arizona.



Dr. Juan Hernández

Analista de temas de migración

Facebook: @Juan Hernandez

Twitter: @JuanHernandezS

Instagram: dr.juanhernandez

Columna: Historias del Estado Número 33. (No. 24)

Esperanza vive su fe cada día. Gracias a su gran amor por nuestro señor Jesucristo es que las caídas de Esperanza han sido motivos para que ella siga avanzando. Esperanza logró cruzar el desierto de Arizona y lo hizo, según su arraigada creencia, por la fe que puso en Jesús al ingresar a ese infierno sobre la tierra y, sobre todo, logró llegar a Estados Unidos por su amiga Irene, quien en todo momento la alentó a no detenerse. “Servir, debemos servirnos los unos a los otros, amiga, sólo así tendremos una oportunidad”, eran las palabras que Irene le decía una y otra vez a Esperanza cada que ésta sentía que no podía más y que terminaría cayendo en ese desierto abrazador. Cuando al fin llegaron a Estados Unidos, Esperanza estaba eufórica, la adrenalina, el miedo, la deshidratación y la fe, todo se mezclaba en esa euforia que la hacía llorar como nunca antes lo había hecho.

Como ya lo he venido comentando en este mismo espacio, el aumento exponencial de la movilidad humana en las últimas décadas ha hecho de la migración un tema cada vez más complejo. Si bien la globalización ha logrado permear una cultura compacta, en la que su principal característica, como lo dicen especialistas, es el consumo de imágenes sin identidad, algo sigue muy profundo en el actuar de quienes deciden migrar: sus creencias. Sabemos que las personas que salen de sus países en busca de mejores oportunidades, sufren toda clase de inconvenientes y peligros, y es, precisamente, en su religión en la que encuentran consuelo y, sobre todo, esperanza.

En el libro titulado Migración, identidad y religión: aproximaciones al estudio del papel de la práctica religiosa en la redefinición identitaria de los migrantes mexicanos nos hablan que para los migrantes mexicanos que se desplazan a los Estados Unidos, las prácticas religiosas juegan un papel muy importante en dos aspectos: primero, el papel de la práctica religiosa en el proceso de socialización de los migrantes recién llegados; y segundo, la reutilización de actividades tradicionales como la devoción a los Santos Patronos para la revitalización de vínculos con las comunidades de origen. Este libro también nos dice que, a pesar de que el perfil del migrante es heterogéneo (va desde la migración indígena hasta la migración de profesionistas altamente calificados), posiblemente una de las características que comparten al cruzar la frontera es su fe, y más aún al saber que se adentran a un nuevo entorno social que es, normalmente, hostil.

Esperanza ya cumplió un año en los Estados Unidos y su fe es cada vez mayor. Es Viernes Santo y ha pedido permiso para faltar a la casa donde hace la limpieza todos los días. Esperanza toma su biblia y lee en voz alta un versículo de San Juan. “Pues si yo, el Maestro y Señor, les he lavado a ustedes los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros.” Al terminar de leerlo, Esperanza recuerda a su amiga Irene, quien no tuvo la misma suerte y murió en el desierto al intentar llegar a Estados Unidos. Desde niñas se criaron juntas en ese pueblo de San Luis Potosí y siempre se prometieron salir adelante unidas. Hoy, Esperanza sigue el ejemplo de su amiga, quien no sólo la salvó con ánimo y aliento, también le enseñó el espíritu de servicio. Al concluir al viacrucis al que asistió Esperanza, regresará a casa a realizar unas llamadas a México. Una de ellas es para la hija de Irene, a quien la ha adoptado para sacarla adelante. “Servir, debemos servirnos los unos a los otros”, se repite en voz baja Esperanza, así como se lo repitió su amiga una y otra vez en el desierto de Arizona.



Dr. Juan Hernández

Analista de temas de migración

Facebook: @Juan Hernandez

Twitter: @JuanHernandezS

Instagram: dr.juanhernandez

ÚLTIMASCOLUMNAS