/ sábado 23 de marzo de 2024

La nostalgia de doña Teresa crece en Viernes de Dolores.

El Viernes de Dolores es una de las celebraciones más maravillosas de Guanajuato Capital. Esta tradición consiste en adornar las calles con altares de flores para recordar el sufrimiento de la Virgen de Dolores una semana antes de la crucifixión de su hijo. En este marco tan colorido y nostálgico, me encontré a doña Teresa, quien me platicó algo que me conmovió. “Dr. Juan, hoy se cumple un año de que mi hijo Rafael murió al intentar cruzar la frontera con Estados Unidos”, me dijo doña Teresa con un enorme ramo de flores en sus brazos. “Mi hijo murió al buscar una mejor vida, pero el recuerdo que tengo de él es su lucha, su amor por sus hijos y, sobre todo, la gran fe que tenía de que su suerte mejoraría”, concluyó doña Teresa, regalándome una flor y siguiendo su camino. Disfruté como todos los años del Viernes de Dolores, sin embargo, esta vez no dejaba de pensar en doña Teresa, y es que su tragedia es un dolor que a diario sufren miles de familias en nuestro país y en todo el mundo.


Pero, ¿qué está ocurriendo con la migración que cada vez provoca más sucesos tan terribles? La movilización de personas ha evolucionado drásticamente en las últimas décadas. De los corridos que escuchábamos a finales de los años setenta, sobre todo de Los Tigres del Norte, como La tumba del mojado o La jaula de oro, sólo queda la imagen heroica y aventurera de los migrantes. Sabemos por las historias de nuestros abuelos, padres o tíos que en otros tiempos llegar al “otro lado” era cuestión de agallas, pocos recursos y suerte. No obstante, hoy en día irse de indocumentado a los Estados Unidos es muy diferente a aquellos años y las muertes de migrantes aumentan día a día. Algunos especialistas creen que se debe a que las políticas de control fronterizo se han endurecido, empujando a los migrantes a rutas cada vez más remotas e inhóspitas. Además, el tráfico de indocumentados es un negocio ilícito que genera 6 mil 750 millones de dólares anuales, según las Naciones Unidas.


¿Qué pueden hacer los gobiernos para disminuir los riesgos que enfrentan los migrantes al intentar conseguir el “sueño americano”? Lo mínimo que podemos hacer es no cerrar lo ojos y acompañar a los que han sufrido violencia por su vulnerabilidad como migrantes. Debemos, lo más que podamos, ser solidarios con el dolor que los migrantes dejan en sus hogares por su ausencia, sobre todo cuando sufren alguna calamidad como la que le ocurrió al hijo de doña Teresa, que murió en el Río Bravo. Como hemos visto, la migración es un viaje que no siempre tiene un feliz retorno. Las personas que año con año abandonan su hogar rebasan ya 281 millones de migrantes en todo el mundo, según las Naciones Unidas.

El Viernes de Dolores más que una celebración es una oportunidad para reflexionar sobre el dolor, de cómo nos cambia la vida y de lo bendecidos que somos al abrir los ojos cada mañana para trabajar y luchar por nuestros seres queridos. Rafael, el hijo de doña Teresa, ya no tiene esa oportunidad, pero su madre, como la de todos los migrantes, sigue regalando flores como una ofrenda de la fe que tienen, a pesar de la desgracia, para tener un mejor país.


Dr. Juan Hernández

  • Analista de temas de migración
  • Facebook: @Juan Hernandez
  • Twitter: @JuanHernandezS
  • Instagram: dr.juanhernandez

El Viernes de Dolores es una de las celebraciones más maravillosas de Guanajuato Capital. Esta tradición consiste en adornar las calles con altares de flores para recordar el sufrimiento de la Virgen de Dolores una semana antes de la crucifixión de su hijo. En este marco tan colorido y nostálgico, me encontré a doña Teresa, quien me platicó algo que me conmovió. “Dr. Juan, hoy se cumple un año de que mi hijo Rafael murió al intentar cruzar la frontera con Estados Unidos”, me dijo doña Teresa con un enorme ramo de flores en sus brazos. “Mi hijo murió al buscar una mejor vida, pero el recuerdo que tengo de él es su lucha, su amor por sus hijos y, sobre todo, la gran fe que tenía de que su suerte mejoraría”, concluyó doña Teresa, regalándome una flor y siguiendo su camino. Disfruté como todos los años del Viernes de Dolores, sin embargo, esta vez no dejaba de pensar en doña Teresa, y es que su tragedia es un dolor que a diario sufren miles de familias en nuestro país y en todo el mundo.


Pero, ¿qué está ocurriendo con la migración que cada vez provoca más sucesos tan terribles? La movilización de personas ha evolucionado drásticamente en las últimas décadas. De los corridos que escuchábamos a finales de los años setenta, sobre todo de Los Tigres del Norte, como La tumba del mojado o La jaula de oro, sólo queda la imagen heroica y aventurera de los migrantes. Sabemos por las historias de nuestros abuelos, padres o tíos que en otros tiempos llegar al “otro lado” era cuestión de agallas, pocos recursos y suerte. No obstante, hoy en día irse de indocumentado a los Estados Unidos es muy diferente a aquellos años y las muertes de migrantes aumentan día a día. Algunos especialistas creen que se debe a que las políticas de control fronterizo se han endurecido, empujando a los migrantes a rutas cada vez más remotas e inhóspitas. Además, el tráfico de indocumentados es un negocio ilícito que genera 6 mil 750 millones de dólares anuales, según las Naciones Unidas.


¿Qué pueden hacer los gobiernos para disminuir los riesgos que enfrentan los migrantes al intentar conseguir el “sueño americano”? Lo mínimo que podemos hacer es no cerrar lo ojos y acompañar a los que han sufrido violencia por su vulnerabilidad como migrantes. Debemos, lo más que podamos, ser solidarios con el dolor que los migrantes dejan en sus hogares por su ausencia, sobre todo cuando sufren alguna calamidad como la que le ocurrió al hijo de doña Teresa, que murió en el Río Bravo. Como hemos visto, la migración es un viaje que no siempre tiene un feliz retorno. Las personas que año con año abandonan su hogar rebasan ya 281 millones de migrantes en todo el mundo, según las Naciones Unidas.

El Viernes de Dolores más que una celebración es una oportunidad para reflexionar sobre el dolor, de cómo nos cambia la vida y de lo bendecidos que somos al abrir los ojos cada mañana para trabajar y luchar por nuestros seres queridos. Rafael, el hijo de doña Teresa, ya no tiene esa oportunidad, pero su madre, como la de todos los migrantes, sigue regalando flores como una ofrenda de la fe que tienen, a pesar de la desgracia, para tener un mejor país.


Dr. Juan Hernández

  • Analista de temas de migración
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