/ lunes 11 de marzo de 2024

Juan Pablo pierde apuesta, pero gana entusiasmo por México. Columna: Historias del Estado Número 33. (No. 10)

En una visita a New York conocí a Juan Pablo, un migrante originario de la Ciudad de México que trabaja de mesero en un restaurante y me contó su historia. “Hace siete años me vine a Estados Unidos, cuando mi hijo entró a la secundaria. Ayer tuve una video llamada con mi hijo para preguntarle cómo le iba ahora que entró a la universidad. ¿Y sabe qué me dijo? Papá, te apuesto unos tacos a que ya se te olvidó dónde dejaste esto… Me dijo mi hijo, mostrándome mi credencial para votar junto a la suya”.

Cuando Juan Pablo me contó esto, también me confesó que no sólo había olvidado que su hijo ya era mayor de edad sino que, además, calló en cuenta que su credencial para votar era la foto de recuerdo que su hijo guardaba de él. “Ahora los dos ya podemos decidir lo que es mejor para nuestro país, papá”, le dijo su hijo a Juan Pablo al finalizar su video llamada. Juan Pablo y su hijo son parte de la gran nación transnacional que conforma México y, hoy más que nunca, pueden marcar una diferencia.

Sabemos que en el extranjero existen millones de mexicanos que trabajan en los campos cultivando todo tipo de productos o en las distintas industrias generando riqueza; que estudian algún posgrado o están becados por instituciones internacionales; o que lograron emprender un negocio fuera de su tierra.

Todas esas personas tienen algo en común: están marcando el rumbo que debe llevar este país y el cual se traduce en trabajar desde cualquier trinchera por el bien común. Vivimos tiempos cruciales, de grandes retos y de oportunidades históricas que no debemos dejar pasar por el bien de los mexicanos.

Hoy, tenemos las gran oportunidad de integrar a esas personas que se encuentran fuera de nuestra tierra y que tienen el mismo sueño que sus seres queridos en México: que en su país existan oportunidades para salir adelante, con la seguridad de vivir en total tranquilidad; de cumplir sus propios sueños sin tener que abandonar su país.

Salí del restaurante y no dejaba de pensar en Juan Pablo y su hijo. Ese chico tenía razón: hoy ya no es suficiente con quejarse por los malos tiempos que vivimos en México en materia económica, social y de seguridad. Ahora, más que nunca, debemos demostrar desde nuestra trinchera ciudadana el amor por nuestra familia y por nuestro país.

Muchos líderes migrantes dirán: “El amor lo demuestro todos los días con el sudor de nuestra frente, con las remesas que mandamos a nuestros seres queridos para que no les falte nada y con el apoyo que brindamos para mejorar nuestras comunidades de origen”. ¡Y tienen toda la razón, mis estimados paisanos! Pero hoy también existe la oportunidad de que su participación sea desde otro ámbito en el que puede trascender aún más. Este 2024 es la gran oportunidad de hacerse escuchar.

Por lo pronto, cuando regrese Juan Pablo de New York no sólo le podrá pagar la apuesta a su hijo invitándole unos tacos, también podrá decirle que, a pesar de haber olvidado su credencial de votar, decidió participar y ser parte de nuestros hermanos migrantes que se registraron para corregir el rumbo del país al que un día prometieron volver.


Dr. Juan Hernández

Analista de temas de migración

Facebook: @Juan Hernandez

Twitter: @JuanHernandezS

Instagram: dr.juanhernandez

En una visita a New York conocí a Juan Pablo, un migrante originario de la Ciudad de México que trabaja de mesero en un restaurante y me contó su historia. “Hace siete años me vine a Estados Unidos, cuando mi hijo entró a la secundaria. Ayer tuve una video llamada con mi hijo para preguntarle cómo le iba ahora que entró a la universidad. ¿Y sabe qué me dijo? Papá, te apuesto unos tacos a que ya se te olvidó dónde dejaste esto… Me dijo mi hijo, mostrándome mi credencial para votar junto a la suya”.

Cuando Juan Pablo me contó esto, también me confesó que no sólo había olvidado que su hijo ya era mayor de edad sino que, además, calló en cuenta que su credencial para votar era la foto de recuerdo que su hijo guardaba de él. “Ahora los dos ya podemos decidir lo que es mejor para nuestro país, papá”, le dijo su hijo a Juan Pablo al finalizar su video llamada. Juan Pablo y su hijo son parte de la gran nación transnacional que conforma México y, hoy más que nunca, pueden marcar una diferencia.

Sabemos que en el extranjero existen millones de mexicanos que trabajan en los campos cultivando todo tipo de productos o en las distintas industrias generando riqueza; que estudian algún posgrado o están becados por instituciones internacionales; o que lograron emprender un negocio fuera de su tierra.

Todas esas personas tienen algo en común: están marcando el rumbo que debe llevar este país y el cual se traduce en trabajar desde cualquier trinchera por el bien común. Vivimos tiempos cruciales, de grandes retos y de oportunidades históricas que no debemos dejar pasar por el bien de los mexicanos.

Hoy, tenemos las gran oportunidad de integrar a esas personas que se encuentran fuera de nuestra tierra y que tienen el mismo sueño que sus seres queridos en México: que en su país existan oportunidades para salir adelante, con la seguridad de vivir en total tranquilidad; de cumplir sus propios sueños sin tener que abandonar su país.

Salí del restaurante y no dejaba de pensar en Juan Pablo y su hijo. Ese chico tenía razón: hoy ya no es suficiente con quejarse por los malos tiempos que vivimos en México en materia económica, social y de seguridad. Ahora, más que nunca, debemos demostrar desde nuestra trinchera ciudadana el amor por nuestra familia y por nuestro país.

Muchos líderes migrantes dirán: “El amor lo demuestro todos los días con el sudor de nuestra frente, con las remesas que mandamos a nuestros seres queridos para que no les falte nada y con el apoyo que brindamos para mejorar nuestras comunidades de origen”. ¡Y tienen toda la razón, mis estimados paisanos! Pero hoy también existe la oportunidad de que su participación sea desde otro ámbito en el que puede trascender aún más. Este 2024 es la gran oportunidad de hacerse escuchar.

Por lo pronto, cuando regrese Juan Pablo de New York no sólo le podrá pagar la apuesta a su hijo invitándole unos tacos, también podrá decirle que, a pesar de haber olvidado su credencial de votar, decidió participar y ser parte de nuestros hermanos migrantes que se registraron para corregir el rumbo del país al que un día prometieron volver.


Dr. Juan Hernández

Analista de temas de migración

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Twitter: @JuanHernandezS

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