/ jueves 10 de agosto de 2023

Fuera de Agenda | Desinformación desde primaria

La ligereza de las afirmaciones que varios reconocidos militantes de “izquierda” –reconvertidos en presidentes—han expresado en carpas y auditorios nuevos desde hace décadas, donde las teorías conspirativas y la desinformación eran la norma, pareciera que han sido resumidas e incorporadas a los libros de texto gratis del ciclo escolar 2023-2024.

Desde los años ochenta algunos de los hoy distinguidos contertulios presidenciales aparecen en los monitoreos de la extinta Dirección Federal de Seguridad (DFS), que vigilaba asambleas del Partido Comunista Mexicano (PCM), y otras organizaciones de izquierda además de seguir los movimientos de extranjeros exiliados en México.

El ecosistema de donde abrevaron varios de los interlocutores presidenciales se caracterizó por el dogmatismo, asumió un pastel juntillas la retórica del materialismo dialéctico, y encumbrar a los Estados Unidos y el “imperialismo yanqui” como el enemigo común y fuente de todas las conspiraciones que buscaban dinamitar los movimientos de “liberación” en Latinoamérica.

Hasta hace unos años parecía que esa retórica estaba circunscrita a presentaciones en ferias del libro “populares” y el viejo asambleismo de auditorios sindicalistas y universitarios. Pero siguiendo métodos del viejo manual de la KGB, el servicio de inteligencia de la extinta Unión Soviética, se han reciclado para abonar a la polarización y exacerbar las diferencias utilizando la desinformación como herramienta.

En el libro “Nuestros Saberes” de quinto año de primaria, aparece una mención a la matanza estudiantil de 1968 en Tlatelolco. “La matanza del 2 de octubre fue un acto de barbarie, un crimen de Estado como respuesta a un movimiento estudiantil que estaba solicitando pacíficamente resoluciones de carácter democrático. La voz popular dijo que los cuerpos de los estudiantes asesinados fueron alineados en un hangar de la sección militar del aeropuerto. Después fueron llevados la noche del 2 de octubre en un avión militar y arrojados en el golfo de México”.

“La voz popular” era el recurso favorito de los demagogos al micrófono en asambleas de la “izquierda no partidista”, la usaban al hablar de conspiraciones e invenciones se les ocurrieran. Pedirles referencias o evidencia de sus dichos, era motivo de condena y descalificación como respuesta.

Especular sobre el antes y después del 2 de octubre en Tlatelolco, era hasta antes de la apertura de archivos militares y de Gobernación, un recurso para abonar a la condena fácil. Las obras publicadas a partir de 1999 sobre ese episodio documentan cómo el antiguo sistema autoritario hizo de la violencia de Estado norma no escrita del presidencialismo. Citar a “la voz popular” para falsificar y falsear es una medida activa de desinformación.

Incluir especulaciones y tergiversar uno de los episodios más complejos y sobre los que aún falta mucho por aclarar, abona a la división, antepone la emoción al análisis, el conflicto al consenso, características que definen a la desinformación. La certeza ideológica y el sentido de superioridad epistémica por encima del rigor del método científico, son algunos de los rasgos que caracterizan a la cofradía de los conspiracionistas que le hablan al oído al presidente de México.

@velediaz424


La ligereza de las afirmaciones que varios reconocidos militantes de “izquierda” –reconvertidos en presidentes—han expresado en carpas y auditorios nuevos desde hace décadas, donde las teorías conspirativas y la desinformación eran la norma, pareciera que han sido resumidas e incorporadas a los libros de texto gratis del ciclo escolar 2023-2024.

Desde los años ochenta algunos de los hoy distinguidos contertulios presidenciales aparecen en los monitoreos de la extinta Dirección Federal de Seguridad (DFS), que vigilaba asambleas del Partido Comunista Mexicano (PCM), y otras organizaciones de izquierda además de seguir los movimientos de extranjeros exiliados en México.

El ecosistema de donde abrevaron varios de los interlocutores presidenciales se caracterizó por el dogmatismo, asumió un pastel juntillas la retórica del materialismo dialéctico, y encumbrar a los Estados Unidos y el “imperialismo yanqui” como el enemigo común y fuente de todas las conspiraciones que buscaban dinamitar los movimientos de “liberación” en Latinoamérica.

Hasta hace unos años parecía que esa retórica estaba circunscrita a presentaciones en ferias del libro “populares” y el viejo asambleismo de auditorios sindicalistas y universitarios. Pero siguiendo métodos del viejo manual de la KGB, el servicio de inteligencia de la extinta Unión Soviética, se han reciclado para abonar a la polarización y exacerbar las diferencias utilizando la desinformación como herramienta.

En el libro “Nuestros Saberes” de quinto año de primaria, aparece una mención a la matanza estudiantil de 1968 en Tlatelolco. “La matanza del 2 de octubre fue un acto de barbarie, un crimen de Estado como respuesta a un movimiento estudiantil que estaba solicitando pacíficamente resoluciones de carácter democrático. La voz popular dijo que los cuerpos de los estudiantes asesinados fueron alineados en un hangar de la sección militar del aeropuerto. Después fueron llevados la noche del 2 de octubre en un avión militar y arrojados en el golfo de México”.

“La voz popular” era el recurso favorito de los demagogos al micrófono en asambleas de la “izquierda no partidista”, la usaban al hablar de conspiraciones e invenciones se les ocurrieran. Pedirles referencias o evidencia de sus dichos, era motivo de condena y descalificación como respuesta.

Especular sobre el antes y después del 2 de octubre en Tlatelolco, era hasta antes de la apertura de archivos militares y de Gobernación, un recurso para abonar a la condena fácil. Las obras publicadas a partir de 1999 sobre ese episodio documentan cómo el antiguo sistema autoritario hizo de la violencia de Estado norma no escrita del presidencialismo. Citar a “la voz popular” para falsificar y falsear es una medida activa de desinformación.

Incluir especulaciones y tergiversar uno de los episodios más complejos y sobre los que aún falta mucho por aclarar, abona a la división, antepone la emoción al análisis, el conflicto al consenso, características que definen a la desinformación. La certeza ideológica y el sentido de superioridad epistémica por encima del rigor del método científico, son algunos de los rasgos que caracterizan a la cofradía de los conspiracionistas que le hablan al oído al presidente de México.

@velediaz424