/ miércoles 13 de marzo de 2024

El pequeño José, ejemplo de la cultura binacional

En una visita que realicé a un albergue de migrantes en Celaya para entregar apoyos conocí la historia del pequeño José. “Una pareja de hondureños de 19 años de edad venían huyendo de las pandillas en su país. Se bajaron del tren en Irapuato porque la chica comenzó con la labor de parto. El bebé migrante, como le decíamos de cariño, nació aquí, en Guanajuato. ¡José, como lo llamaron sus papás, era hermoso y es nuestro paisano!”, me platicó una de las voluntarias que trabaja en el albergue. La historia del pequeño José nos dejan ver que la atención binacional es ya una realidad y que es otro de los retos que se deben tomar en cuenta si se quiere afrontar de manera efectiva y sensible a los migrantes sin importar su lugar de origen.

Hace una década la atención a migrantes se limitaba al traslado de cuerpos y a las asesorías legales. No obstante, hoy en día la atención que requiere la migración debe abordarse desde otra perspectiva mucho más amplia. Por ejemplo, años atrás en los casos de los migrantes en tránsito, como la joven pareja hondureña que llegó a Guanajuato en el tren llamado la “Bestia”, sólo se les brindaban apoyos humanitarios y algunos servicios de primera necesidad. Sin embargo, en la actualidad la migración ha sufrido una evolución tal que se requieren políticas públicas dirigidas a atender no sólo las necesidades de los migrantes de origen que viajan a otros países sino de aquellos que tienen doble nacionalidad o que, incluso, nacieron en otra nación.

Existen especialistas que han hecho tesis sobre la cultura binacional y el gran reto que significa integrar culturas tan diversas. Si nos enfocamos en la relación entre Estados Unidos y México, no debemos olvidar que compartimos una frontera de más de 3 mil kilómetros, siendo el espacio donde se produce el intercambio comercial más grande del mundo. A su vez, la frontera entre ambos países se convierte en la puerta por donde confluyen más de 1 millón de personas al día (cargando con sus costumbres, creencias y raíces). Se trata de una frontera binacional en la que, para dimensionar el nivel de interconexión que existe, comparten territorio diez estados de la Unión Americana y seis de México, y en el que viven casi 100 millones de personas.

Al hablar de la cultura binacional, me es imposible no mencionar a Octavio Paz. Durante la década de 1940, el gran escritor mexicano adoptó a la ciudad de Los Ángeles, California, para escribir sus primeras notas sobre los migrantes mexicanos y que le servirían para concretar su obra el “Laberinto de la Soledad”. Traigo a colación a Octavio Paz porque él ya vislumbraba a los migrantes como parte de una revolución bicultural que vendría a cambiarlo todo, tanto en México como en Estados Unidos. Al hablar de Paz recuerdo a mi amigo Juan Carlos Romero Hicks, quien suele decir: “El hablar dos idiomas es como tener dos manos; el ser bicultural es como poder tocar el piano”.

Hoy, la migración nos pone en circunstancias tales que la cultura binacional es parte ineludible de lo que representan México y Estados Unidos. Antes de concluir con este texto, no dejo de preguntarme ¿dónde estará el pequeño José? Después de todo, nació en Guanajuato en diciembre y pasó la navidad en nuestra (su) tierra. Al final, sus padres siguieron su camino de migrantes rumbo a Estados Unidos con él en sus brazos. No fue decisión de José que la migración lo convirtiera en nuestro paisano pero, como a todos los mexicanos, merece ser tratado como tal.

Dr. Juan Hernández

Analista de temas de migración

  • Facebook: @Juan Hernandez
  • Twitter: @JuanHernandezS
  • Instagram: dr.juanhernandez

En una visita que realicé a un albergue de migrantes en Celaya para entregar apoyos conocí la historia del pequeño José. “Una pareja de hondureños de 19 años de edad venían huyendo de las pandillas en su país. Se bajaron del tren en Irapuato porque la chica comenzó con la labor de parto. El bebé migrante, como le decíamos de cariño, nació aquí, en Guanajuato. ¡José, como lo llamaron sus papás, era hermoso y es nuestro paisano!”, me platicó una de las voluntarias que trabaja en el albergue. La historia del pequeño José nos dejan ver que la atención binacional es ya una realidad y que es otro de los retos que se deben tomar en cuenta si se quiere afrontar de manera efectiva y sensible a los migrantes sin importar su lugar de origen.

Hace una década la atención a migrantes se limitaba al traslado de cuerpos y a las asesorías legales. No obstante, hoy en día la atención que requiere la migración debe abordarse desde otra perspectiva mucho más amplia. Por ejemplo, años atrás en los casos de los migrantes en tránsito, como la joven pareja hondureña que llegó a Guanajuato en el tren llamado la “Bestia”, sólo se les brindaban apoyos humanitarios y algunos servicios de primera necesidad. Sin embargo, en la actualidad la migración ha sufrido una evolución tal que se requieren políticas públicas dirigidas a atender no sólo las necesidades de los migrantes de origen que viajan a otros países sino de aquellos que tienen doble nacionalidad o que, incluso, nacieron en otra nación.

Existen especialistas que han hecho tesis sobre la cultura binacional y el gran reto que significa integrar culturas tan diversas. Si nos enfocamos en la relación entre Estados Unidos y México, no debemos olvidar que compartimos una frontera de más de 3 mil kilómetros, siendo el espacio donde se produce el intercambio comercial más grande del mundo. A su vez, la frontera entre ambos países se convierte en la puerta por donde confluyen más de 1 millón de personas al día (cargando con sus costumbres, creencias y raíces). Se trata de una frontera binacional en la que, para dimensionar el nivel de interconexión que existe, comparten territorio diez estados de la Unión Americana y seis de México, y en el que viven casi 100 millones de personas.

Al hablar de la cultura binacional, me es imposible no mencionar a Octavio Paz. Durante la década de 1940, el gran escritor mexicano adoptó a la ciudad de Los Ángeles, California, para escribir sus primeras notas sobre los migrantes mexicanos y que le servirían para concretar su obra el “Laberinto de la Soledad”. Traigo a colación a Octavio Paz porque él ya vislumbraba a los migrantes como parte de una revolución bicultural que vendría a cambiarlo todo, tanto en México como en Estados Unidos. Al hablar de Paz recuerdo a mi amigo Juan Carlos Romero Hicks, quien suele decir: “El hablar dos idiomas es como tener dos manos; el ser bicultural es como poder tocar el piano”.

Hoy, la migración nos pone en circunstancias tales que la cultura binacional es parte ineludible de lo que representan México y Estados Unidos. Antes de concluir con este texto, no dejo de preguntarme ¿dónde estará el pequeño José? Después de todo, nació en Guanajuato en diciembre y pasó la navidad en nuestra (su) tierra. Al final, sus padres siguieron su camino de migrantes rumbo a Estados Unidos con él en sus brazos. No fue decisión de José que la migración lo convirtiera en nuestro paisano pero, como a todos los mexicanos, merece ser tratado como tal.

Dr. Juan Hernández

Analista de temas de migración

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