/ domingo 23 de diciembre de 2018

En la Mira | Es la nada, se acabó

¿Dónde están los fotógrafos? ¿A quién está dirigida la bienal? ¿Esto fue lo mejor de cientos de trabajos recibidos? ¿Es en serio?

¿Dónde están los fotógrafos? ¿A quién está dirigida la bienal? ¿Esto fue lo mejor de cientos de trabajos recibidos? ¿Es en serio? Me siento triste, alarmado y decepcionado por la muestra de la última edición de lo que todavía se llama Bienal de Fotografía. No hay duda, este concepto caducó, vivió 38 años entre nosotros pero esto no puede representar el talento visual de nuestro país, y menos con todo lo que ha pasado en los últimos años.

Es la nada, no mueve, no conmueve, no ofrece nada. Vamos, ni las cédulas son ingeniosas.

Esta edición debió declararse desierta. Punto. Eso hubiera sido lo propio y lo decente. Al menos habría mandado un mensaje y se hubieran ahorrado miles de pesos. Esta expo es la manifestación más clara del abandono de la mirada, del fin de la contemplación, esta selección de trabajos refleja el abandono conceptual o el extravió del saber ver.

Me cuentan que participaron alrededor de 500 autores, un promedio de 15.6 propuestas por estado. Cualquier concurso nacional en nuestro país dobla o triplica estas cifras. Claramente hubo un desdén por parte de la comunidad fotográfica, y se nota en los nombres de los seleccionados que van desde los fotógrafos emergentes hasta algunos ya consolidados. Apenas se colgaron 24 trabajos y habrían sido 25 si no fuera porque la última propuesta llegó tarde o no cumplió con algún requisito. En 2016 se colgaron 49 trabajos. Por eso, esta expo ocupa solo la planta baja del Centro de la Imagen, ni siquiera hubo ya con qué llenar.

Hay maneras de hacer fotografías, hay formas de colgar una propuesta, hay fórmulas para todo. Pero aquí no hay nada, Vamos, ni ganas de mejorar.

Sin embargo, este fracaso rebasa a los integrantes del consejo asesor o a los miembros del jurado, incluso a las autoridades del Centro. No veo ya responsables directos de este abandono visual. Quizá es sencillamente el modelo, el cajón de la Bienal, es el certamen el que ya no da para más. Sugiero declarar finalizado este esfuerzo bi anual y pasar la página de la historia, para refundar un territorio visual digno de nuestro tiempo.

En serio, estoy agotado, aburrido, desganado; esta vez no señalaré a nadie en particular, veamos el bosque desde arriba. Adiós a la Bienal y punto. Replanteemos todo, la misión del Centro, su visión institucional, su vinculación con la comunidad, sus metas prioritarias; replanteemos objetivos y rescatemos lo bueno, pero ya no demos pasos hacia atrás.

En estas horas, Alejandra Frausto, la nueva Secretaria de Cultura, tiene en sus manos la oportunidad histórica de darle un vuelco a ese importante Centro y reorientar su encomienda; son momentos clave, de la suma de sus decisiones dependerá el desarrollo de la imagen para el corto y mediano plazo en México. Estamos a tiempo.

Si los paradigmas visuales y la esencia de la imagen han cambiado, es momento de que la Bienal desaparezca y punto. Este modelo de concurso es obsoleto, no estimula para nada la creatividad y ya no fomenta competencia alguna. Es un híbrido, que sigue copado por las mafias de siempre y que se niegan a abandonar la plaza, parece que no se dan cuenta que el país ha cambiado y que este tipo de simulaciones son inadmisibles en este contexto.

Sin embargo, reconozco por supuesto, que después de la mal llamada “Bienal de la Ruptura” se corrigieron diversos aspectos, se fortaleció la convocatoria, se tomaron en cuenta los errores señalados hace dos años y también es cierto, la muestra es fundamentalmente fotográfica, por fortuna no hay pelos de nada ni de nadie en los pasillos de la Ciudadela, pero el tema no es sólo cuidar el formato, lo sustancial debería ser el contenido visual y es ahí donde se presenta el vacío.

Hace dos años, en la bienal pasada, al menos hubo una apuesta de parte de sus organizadores, apuesta fallida pero apuesta al fin; hoy ni siquiera llegaron a eso, no se entiende nada, no hay mensaje, no existe propuesta alguna, no nada. Es la desolación, el fin de un estilo, el final de un camino.

Así explican su “curaduría” los organizadores de hoy, en su folleto de sala: “Los trabajos se articulan como un conjunto de vivencias, donde la relación entre el cuerpo y el entorno cobra importancia en la realidad que se busca exhumar, encarnar o ensayar. Cada cuerpo experimenta la rabia, la denuncia, el trauma y su enunciación desde un registro afectivo que gravita entre lo singular y lo colectivo”. Les juro que esto último es literal.

Pero en fin, con algo de pudor les dejo la imagen de Omar Gámez, uno de los ganadores de esta edición. (Disfrute). Sin embargo, en mi recuerdo, sólo queda un tímido letrero que vi al final del pasillo central y que dice textualmente: “Aquí termina tu recorrido. (No pasar)”. Y la verdad, ese mensaje debería estar a la entrada del Centro y nos habríamos ahorrado la vuelta.

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¿Dónde están los fotógrafos? ¿A quién está dirigida la bienal? ¿Esto fue lo mejor de cientos de trabajos recibidos? ¿Es en serio? Me siento triste, alarmado y decepcionado por la muestra de la última edición de lo que todavía se llama Bienal de Fotografía. No hay duda, este concepto caducó, vivió 38 años entre nosotros pero esto no puede representar el talento visual de nuestro país, y menos con todo lo que ha pasado en los últimos años.

Es la nada, no mueve, no conmueve, no ofrece nada. Vamos, ni las cédulas son ingeniosas.

Esta edición debió declararse desierta. Punto. Eso hubiera sido lo propio y lo decente. Al menos habría mandado un mensaje y se hubieran ahorrado miles de pesos. Esta expo es la manifestación más clara del abandono de la mirada, del fin de la contemplación, esta selección de trabajos refleja el abandono conceptual o el extravió del saber ver.

Me cuentan que participaron alrededor de 500 autores, un promedio de 15.6 propuestas por estado. Cualquier concurso nacional en nuestro país dobla o triplica estas cifras. Claramente hubo un desdén por parte de la comunidad fotográfica, y se nota en los nombres de los seleccionados que van desde los fotógrafos emergentes hasta algunos ya consolidados. Apenas se colgaron 24 trabajos y habrían sido 25 si no fuera porque la última propuesta llegó tarde o no cumplió con algún requisito. En 2016 se colgaron 49 trabajos. Por eso, esta expo ocupa solo la planta baja del Centro de la Imagen, ni siquiera hubo ya con qué llenar.

Hay maneras de hacer fotografías, hay formas de colgar una propuesta, hay fórmulas para todo. Pero aquí no hay nada, Vamos, ni ganas de mejorar.

Sin embargo, este fracaso rebasa a los integrantes del consejo asesor o a los miembros del jurado, incluso a las autoridades del Centro. No veo ya responsables directos de este abandono visual. Quizá es sencillamente el modelo, el cajón de la Bienal, es el certamen el que ya no da para más. Sugiero declarar finalizado este esfuerzo bi anual y pasar la página de la historia, para refundar un territorio visual digno de nuestro tiempo.

En serio, estoy agotado, aburrido, desganado; esta vez no señalaré a nadie en particular, veamos el bosque desde arriba. Adiós a la Bienal y punto. Replanteemos todo, la misión del Centro, su visión institucional, su vinculación con la comunidad, sus metas prioritarias; replanteemos objetivos y rescatemos lo bueno, pero ya no demos pasos hacia atrás.

En estas horas, Alejandra Frausto, la nueva Secretaria de Cultura, tiene en sus manos la oportunidad histórica de darle un vuelco a ese importante Centro y reorientar su encomienda; son momentos clave, de la suma de sus decisiones dependerá el desarrollo de la imagen para el corto y mediano plazo en México. Estamos a tiempo.

Si los paradigmas visuales y la esencia de la imagen han cambiado, es momento de que la Bienal desaparezca y punto. Este modelo de concurso es obsoleto, no estimula para nada la creatividad y ya no fomenta competencia alguna. Es un híbrido, que sigue copado por las mafias de siempre y que se niegan a abandonar la plaza, parece que no se dan cuenta que el país ha cambiado y que este tipo de simulaciones son inadmisibles en este contexto.

Sin embargo, reconozco por supuesto, que después de la mal llamada “Bienal de la Ruptura” se corrigieron diversos aspectos, se fortaleció la convocatoria, se tomaron en cuenta los errores señalados hace dos años y también es cierto, la muestra es fundamentalmente fotográfica, por fortuna no hay pelos de nada ni de nadie en los pasillos de la Ciudadela, pero el tema no es sólo cuidar el formato, lo sustancial debería ser el contenido visual y es ahí donde se presenta el vacío.

Hace dos años, en la bienal pasada, al menos hubo una apuesta de parte de sus organizadores, apuesta fallida pero apuesta al fin; hoy ni siquiera llegaron a eso, no se entiende nada, no hay mensaje, no existe propuesta alguna, no nada. Es la desolación, el fin de un estilo, el final de un camino.

Así explican su “curaduría” los organizadores de hoy, en su folleto de sala: “Los trabajos se articulan como un conjunto de vivencias, donde la relación entre el cuerpo y el entorno cobra importancia en la realidad que se busca exhumar, encarnar o ensayar. Cada cuerpo experimenta la rabia, la denuncia, el trauma y su enunciación desde un registro afectivo que gravita entre lo singular y lo colectivo”. Les juro que esto último es literal.

Pero en fin, con algo de pudor les dejo la imagen de Omar Gámez, uno de los ganadores de esta edición. (Disfrute). Sin embargo, en mi recuerdo, sólo queda un tímido letrero que vi al final del pasillo central y que dice textualmente: “Aquí termina tu recorrido. (No pasar)”. Y la verdad, ese mensaje debería estar a la entrada del Centro y nos habríamos ahorrado la vuelta.

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