/ martes 31 de octubre de 2023

Xoloitzcuintle, el perro que tras la muerte te guiará hasta el eterno descanso

En León, el Xoloitzcuintle es conmemorado en los panteones más populares, a través de murales, destaca la pintura del Xolo en las paredes del panteón San Nicolás

León, Gto. - El Xoloitzcuintle, una raza canina única y mística, ha sido un símbolo de México a lo largo de la historia. Este singular perro, también conocido como el Xolo, es apreciado no solo por su apariencia sin pelo, sino también por su profundo significado en la cultura azteca.

Originario de México, el Xoloitzcuintle ha sido venerado desde tiempos prehispánicos por su papel como guardianes de los espíritus de los difuntos y como guías de almas en su viaje a través del Mictlán, la ciudad de los muertos. Para los aztecas, estos caninos desempeñan un rol crucial en la travesía al más allá, y se creía que eran los compañeros leales de las almas en su camino hacia la eternidad.

El Mictlán es un concepto que proviene de la mitología azteca y se refiere al inframundo o el mundo de los muertos en la cosmología de esta antigua civilización. En la creencia azteca, el Mictlán era el lugar al que iban las almas de los fallecidos después de la muerte. Se consideraba un reino oscuro y peligroso, gobernado por la diosa Mictecacíhuatl y su esposo Mictlantecuhtli.

Era un lugar lleno de desafíos y obstáculos que las almas debían enfrentar en su viaje hacia la vida después de la muerte. Según la mitología, el camino hacia el Mictlán estaba lleno de peligros, como montañas afiladas, ríos, y criaturas míticas que ponían a prueba a las almas en su búsqueda de la paz eterna.

La leyenda del Xoloitzcuintle para los aztecas es rica en matices. Estos perros lampiños eran considerados como guardianes y acompañantes de las almas en el inframundo. Su labor era asegurarse de que las almas cruzaran con seguridad el río que separaba el mundo de los vivos del Mictlán. Sin embargo, esta tarea no era sencilla, y las personas debían tratar a los Xolos con respeto y cuidado. La violencia hacia estos perros podía tener consecuencias graves, ya que los Xolos podrían negarse a guiar a las almas y tomar el alma entre sus dientes para deshacerla.

En la leyenda, se decía que el color del Xoloitzcuintle era un indicativo de su experiencia como guía espiritual. Los perros de color negro total se consideraban veteranos que habían guiado a muchas almas, mientras que los perros blancos o muy claros se consideraban demasiado jóvenes e inexpertos para cruzar el río del Mictlán. Por lo tanto, los xolos adecuados para esta importante tarea debían ser de tonos café o gris jaspeado, colores comunes entre estos perros.

El vínculo entre el Xoloitzcuintle y la muerte se extiende a su nombre, que hace referencia al dios Xolotl, señor de la muerte en la mitología azteca. A pesar del temor inicial, estos perros se ganaban el corazón de las personas y se convertían en miembros queridos de las familias aztecas.

La falta de pelo en el xoloitzcuintle es otro aspecto distintivo de esta raza. Según estudios, esta característica se debe a una mutación genética que los dejó en un estado embrionario, sin desarrollo de folículos pilosos y glándulas sebáceas. Como resultado, estos perros no tienen pelo y tampoco sudan, lo que los hace únicos en el mundo canino. Esto también requería ciertos cuidados, ya que, en la época precolombina, su origen no se entendía completamente.

A días de la popular celebración “Día de Muertos” algunos de los panteones locales, como el Panteón San Nicolás, han pintado este espiritual canino en las paredes del cementerio, esto con el fin de conmemorar esta especie.

León, Gto. - El Xoloitzcuintle, una raza canina única y mística, ha sido un símbolo de México a lo largo de la historia. Este singular perro, también conocido como el Xolo, es apreciado no solo por su apariencia sin pelo, sino también por su profundo significado en la cultura azteca.

Originario de México, el Xoloitzcuintle ha sido venerado desde tiempos prehispánicos por su papel como guardianes de los espíritus de los difuntos y como guías de almas en su viaje a través del Mictlán, la ciudad de los muertos. Para los aztecas, estos caninos desempeñan un rol crucial en la travesía al más allá, y se creía que eran los compañeros leales de las almas en su camino hacia la eternidad.

El Mictlán es un concepto que proviene de la mitología azteca y se refiere al inframundo o el mundo de los muertos en la cosmología de esta antigua civilización. En la creencia azteca, el Mictlán era el lugar al que iban las almas de los fallecidos después de la muerte. Se consideraba un reino oscuro y peligroso, gobernado por la diosa Mictecacíhuatl y su esposo Mictlantecuhtli.

Era un lugar lleno de desafíos y obstáculos que las almas debían enfrentar en su viaje hacia la vida después de la muerte. Según la mitología, el camino hacia el Mictlán estaba lleno de peligros, como montañas afiladas, ríos, y criaturas míticas que ponían a prueba a las almas en su búsqueda de la paz eterna.

La leyenda del Xoloitzcuintle para los aztecas es rica en matices. Estos perros lampiños eran considerados como guardianes y acompañantes de las almas en el inframundo. Su labor era asegurarse de que las almas cruzaran con seguridad el río que separaba el mundo de los vivos del Mictlán. Sin embargo, esta tarea no era sencilla, y las personas debían tratar a los Xolos con respeto y cuidado. La violencia hacia estos perros podía tener consecuencias graves, ya que los Xolos podrían negarse a guiar a las almas y tomar el alma entre sus dientes para deshacerla.

En la leyenda, se decía que el color del Xoloitzcuintle era un indicativo de su experiencia como guía espiritual. Los perros de color negro total se consideraban veteranos que habían guiado a muchas almas, mientras que los perros blancos o muy claros se consideraban demasiado jóvenes e inexpertos para cruzar el río del Mictlán. Por lo tanto, los xolos adecuados para esta importante tarea debían ser de tonos café o gris jaspeado, colores comunes entre estos perros.

El vínculo entre el Xoloitzcuintle y la muerte se extiende a su nombre, que hace referencia al dios Xolotl, señor de la muerte en la mitología azteca. A pesar del temor inicial, estos perros se ganaban el corazón de las personas y se convertían en miembros queridos de las familias aztecas.

La falta de pelo en el xoloitzcuintle es otro aspecto distintivo de esta raza. Según estudios, esta característica se debe a una mutación genética que los dejó en un estado embrionario, sin desarrollo de folículos pilosos y glándulas sebáceas. Como resultado, estos perros no tienen pelo y tampoco sudan, lo que los hace únicos en el mundo canino. Esto también requería ciertos cuidados, ya que, en la época precolombina, su origen no se entendía completamente.

A días de la popular celebración “Día de Muertos” algunos de los panteones locales, como el Panteón San Nicolás, han pintado este espiritual canino en las paredes del cementerio, esto con el fin de conmemorar esta especie.

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