/ viernes 2 de marzo de 2018

La guerra fratricida

Nunca en la historia de México se había visto una guerra electoral tan intensa por un segundo lugar. La vehemencia, desfachatez y violencia de los ataques, anuncian un proceso complicado, difícil y de desenlaces inesperados.

En un país con tradición de mapaches, Estado de Derecho vulnerable y uso faccioso de las instituciones, el tono de la confrontación no había llegado a estos alcances. La pregunta obligada sería entonces: ¿Por qué una pelea de esta naturaleza por un segundo lugar? Las razones son evidentes: quien llegue al segundo lugar el próximo mes, será quien pueda conjuntar a los factores efectivos del poder para enfrentar a AMLO.

Esta elección se trata básicamente de un status quo integrado por contratistas, proveedores y privilegiados contra un gobierno basado en el interés público. Hoy Anaya y Meade se debaten sobre quién administrará los fondos de la defensa, porque saben que al final representan al mismo proyecto. El escenario se multiplicará y se potencializará sobre todo a nivel local, si este es el ejemplo nacional, imaginemos los contextos estatales y municipales.

Es de preocupar que en la siguiente etapa, una vez resuelta la guerra fratricida, las baterías y las energías se centrarán en el ataque hacia López Obrador, lo que enrarecerá el escenario nacional. El gran problema aquí es contrario a toda la lógica de interés público, observamos un gobierno que apuesta a ser parte del conflicto y no de la solución, renunciando a su mandato de conducción para servir a un proyecto de grupo y de intereses básicamente económicos.

Ya en esta confrontación entre el PRI y el PAN, hay bajas significativas. Atrás quedaron la solidez ideológica del PAN, su proverbial unidad y su historia de lucha. Se diluyó en una alianza amorfa donde se cambió una idea de país por un “na na na na”.

Por el lado del PRI, más lejana se ve la fortaleza presidencial que es hoy un recuerdo distante, pareciera que los priistas añoran aquellos días que les provocaba orgullo vestir sus colores; la poca vergüenza que les queda los obliga a disfrazarse de ciudadanos. El Presidente es un lastre, el candidato invita a la somnolencia y su Comité de Campaña péndula entre quienes jamás habían participado en una elección y los sospechosos comunes de incompetencia, corrupción y delitos electorales.

Los hechos son contundentes, por primera vez en la historia tenemos un candidato sujeto de interés de la PGR, pero también el uso de esta institución como instrumento de propaganda electoral. Así se anuncia, en los próximos días seguirá la encarnizada lucha por el segundo lugar y la batalla final, ya unidos, todo el bloque de interés y corrupción, buscarán enfrentar a AMLO. Ojalá la moderación, el patriotismo y la conciencia predominen en quienes han mostrado no tenerlo.

TWITTER: @LuisHFernandez

Nunca en la historia de México se había visto una guerra electoral tan intensa por un segundo lugar. La vehemencia, desfachatez y violencia de los ataques, anuncian un proceso complicado, difícil y de desenlaces inesperados.

En un país con tradición de mapaches, Estado de Derecho vulnerable y uso faccioso de las instituciones, el tono de la confrontación no había llegado a estos alcances. La pregunta obligada sería entonces: ¿Por qué una pelea de esta naturaleza por un segundo lugar? Las razones son evidentes: quien llegue al segundo lugar el próximo mes, será quien pueda conjuntar a los factores efectivos del poder para enfrentar a AMLO.

Esta elección se trata básicamente de un status quo integrado por contratistas, proveedores y privilegiados contra un gobierno basado en el interés público. Hoy Anaya y Meade se debaten sobre quién administrará los fondos de la defensa, porque saben que al final representan al mismo proyecto. El escenario se multiplicará y se potencializará sobre todo a nivel local, si este es el ejemplo nacional, imaginemos los contextos estatales y municipales.

Es de preocupar que en la siguiente etapa, una vez resuelta la guerra fratricida, las baterías y las energías se centrarán en el ataque hacia López Obrador, lo que enrarecerá el escenario nacional. El gran problema aquí es contrario a toda la lógica de interés público, observamos un gobierno que apuesta a ser parte del conflicto y no de la solución, renunciando a su mandato de conducción para servir a un proyecto de grupo y de intereses básicamente económicos.

Ya en esta confrontación entre el PRI y el PAN, hay bajas significativas. Atrás quedaron la solidez ideológica del PAN, su proverbial unidad y su historia de lucha. Se diluyó en una alianza amorfa donde se cambió una idea de país por un “na na na na”.

Por el lado del PRI, más lejana se ve la fortaleza presidencial que es hoy un recuerdo distante, pareciera que los priistas añoran aquellos días que les provocaba orgullo vestir sus colores; la poca vergüenza que les queda los obliga a disfrazarse de ciudadanos. El Presidente es un lastre, el candidato invita a la somnolencia y su Comité de Campaña péndula entre quienes jamás habían participado en una elección y los sospechosos comunes de incompetencia, corrupción y delitos electorales.

Los hechos son contundentes, por primera vez en la historia tenemos un candidato sujeto de interés de la PGR, pero también el uso de esta institución como instrumento de propaganda electoral. Así se anuncia, en los próximos días seguirá la encarnizada lucha por el segundo lugar y la batalla final, ya unidos, todo el bloque de interés y corrupción, buscarán enfrentar a AMLO. Ojalá la moderación, el patriotismo y la conciencia predominen en quienes han mostrado no tenerlo.

TWITTER: @LuisHFernandez