El cuerpo de la mujer hallada muerta en un domicilio de Amozoc de Mota, iba a ser enterrado en la cocina, según lo dado a conocer en la audiencia celebrada la noche del viernes, misma en la que se supo que la hoy occisa tenía un hijo en común con su victimario Francisco Javier N, quien junto con su actual pareja sentimental, Leticia N, fueron enviados a prisión, ya que un juez decretó de legal el arresto de ambos.
Durante el acto jurídico desarrollado en la Sala 11 del Centro de Justicia Penal de Puebla, también se precisó que el nombre de la víctima es Cruz Yere N, de 28 años de edad y no Mary Cruz. Asimismo, se reveló que la joven contaba con tres hijos, el más pequeño de un año de edad, procreado con Francisco Javier N.
El cuerpo de la víctima originaria de Tlatlaya, Estado de México, fue llevado a su tierra natal para ser sepultado.
Como en su momento se dio a conocer, el hallazgo del cuerpo de Cruz Yere ocurrió durante la madrugada del 17 de julio. La víctima fue encontrada envuelta en bolsas de plástico negras, dentro de un domicilio de la calle Jazmín en la colonia La Calera en el municipio de Amozoc de Mota, donde también la policía encontró objetos relacionados a la Santa Muerte, pentagramas y santos de cabeza.
Luego de que el cadáver fuera llevado al Servicio Médico Forense, durante la necropsia de rigor se supo que la mujer de 28 años de edad, murió a causa de una hemorragia provocada por degollamiento y múltiples puñaladas en espalda y abdomen que incluso le perforaron hígado y pulmones.
Hoy familiares y amigos no solo lamentan este crimen sino que también piden justicia
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"¡Son mis hijos!” Después de casi 30 años madre encuentra a sus pequeños
Miguel Ángel Domínguez/Atlixco
Después de mostrarle las fotografías, una vez más, del par de hijos adoptados hace más de 30 años en Barcelona, España, Matilde Flores Pérez, la madre biológica, parece aguantarse las ganas de llorar. Y sin recato soltó segundos después: “¡Sí, son mis hijos!”.
La mujer quien los recibió del DIF estatal en la época del entonces gobernador Mariano Piña Olaya, y los llevó a Europa, inició una travesía para encontrar las raíces de éstos, dejadas en Atlixco.
Y todo parece un final feliz. Aunque de ambos lados, quizá por el tiempo, la distancia y la condición humana, existen dudas, pruebas de todo tipo por pasar, desde las de ADN hasta las del alma. Ya entraron en contacto desde las redes sociales. Hoy todo está en manos de las circunstancias.
EL ANSIA
Son las 2:05 de la tarde. Una mujer morena y joven, de blusa azul y pantalón de mezclilla, espera impaciente en la puerta principal de una casa ubicada detrás de la Secundaria Técnica Número 3, una de las más grandes de Atlixco.
“Mi mamá quiere hablar con ustedes. No platicará y tampoco ofrecerá entrevista a nadie más”, alcanza a comentar mientras caminamos por un largo pasillo de cemento rodeado de árboles, perros y un poco de pobreza.
Al final aparece. Aparentemente tranquila. Es amable y pide sentarnos en su recámara. Es un cuarto a veces oscuro y a veces con luz. Quizá como su vida. No sabe leer y escribir. Sin embargo, no es impedimento para recordar completamente ese episodio.
“En aquel tiempo decidí salir a trabajar porque mi marido era una persona alcohólica, ya fallecida. Hablo con la verdad: busqué un empleo y entonces dejé a ellos con mi cuñada, bajo la condición de mandarles dinero para la manutención”, compartió.
Después de dos meses y medio, admitió, regresó a su casa de la entones colonia San José, caracterizadas por la desigualdad social y la marginación, y encontró una mala noticia. “Ya los habían entregado en el DIF estatal, hasta donde fui a preguntar por ellos. Efectivamente, una señorita platicó de cómo llegaron y la forma rápida de entregarlos”, sentenció Matilde.
Aparentemente resignada, regresó a Atlixco. “Y entonces los dejé en manos de Dios. No sabía dónde estaban... quienes eran sus nuevos padres y sobre todo, si estarían bien”. La cuñada, aparentemente responsables de ponerlos en manos de esa dependencia estatal, también desapareció semanas después.
Prácticamente dejé todo por la paz con ellos”, acotó. Asumió saber sus nombres, sus características. “Eran muy pequeños”, destacó mientras sigue aguantándose el llanto.
Con el paso de los años llegaron dos hijos más. Uno falleció y otra más, Adriana Ramírez, la chica de la blusa azul, mantiene el nerviosismo mientras transcurre la entrevista.