/ sábado 16 de abril de 2022

Una Judea post-pandemia

La “Judea” regresó y miles de personas llegaron al pueblo del Rincón

Purísima, Gto.- Una vez más los chicotes protagonizaron este viernes santo. La “Judea” regresó y miles de personas llegaron al pueblo del Rincón. Se reunieron en la insolada plaza principal para revivir las Tres Caídas que dan inicio a la persecución de Judas, el momento más esperado de cada año. Habían pasado dos años desde la última vez que la emergencia sanitaria por Covid-19 permitió su realización.

Al contrario que en el resto del país, en Purísima del Rincón la Semana Santa no la protagoniza Jesús. Primero va Judas, quien es seguido durante tres días por los judíos, fariseos y romanos, por haber vendido a Jesús a cambio de unas monedas.

La persecución de Judas, alcanza su fuerza en el viernes santo, después de que Jesús “muere en la cruz”. El diablo con su chicote empuñado, “cuchilea” a los niños, quienes pegan estampidas junto a Judas. Más atrás, con coloridas túnicas e imponentes máscaras de madera, además de un palo en la mano y bulla terrorífica, vienen los judíos. Los romanos los escoltan al son del tamborileo.

“Ahí vienen, ahí vienen”, dice la gente cuando la bulla de la persecución se acerca. Los espectadores se ponen de pie y se orillan. Quedarse en el camino resulta peligroso ante la fuerza de la costumbre y la juventud que irradian todos los participantes.

En Purísima el viernes santo es para reencontrarse con la familia. Ganar la sombra de un árbol y desplegar un improvisado picnic en la plaza principal, en las banquetas, o donde sea, es la misión de los asistentes. Desde las 12 del mediodía, cuando Jesús es bajado de la cruz, los asistentes esperan hasta las 16:30 horas para ser testigos de la captura y muerte de Judas.

Sin importar el insolente rayo del sol, desde los más chiquitos hasta los más grandes, agitan su brazo a toda velocidad para azotar el chicote y conseguir el ruido más ensordecedor. Todos quieren ser el diablo y los lazos trenzados, se consiguen en todos los tamaños.

“Adiós tío”

Aunque en Purísima, todos imitan a la imagen del hombre con los cuernos diabólicos, el pequeño Cristopher desde los hombros de sus papá admira a su tío, el encargado desde hace seis años de representar a Cristo.

Mientras Emanuel hacía su papel de Jesús, el pequeño de cuatro años movía su mano de un lado a otro, quería que su tío, desde arriba de la Cruz, le respondiera el saludo.

Cristopher apenas vivió su primer “Judea”, la pandemia no se lo había permitido. El pequeñito nació en la familia García Chávez, originarios de Purísima, quienes tienen la tradición bien arraigada desde hace más de 30 años que llevan participando.

Al contrario de la nueva tradición que llegó a la vida de Cristopher, a la fiesta más grande del pueblo no llegaron 207 habitantes, el COVID-19 les ganó la batalla. En estos dos años, la rutina cambió, pero la “Judea” se afianzó tanto que recibió más espectadores de lo normal, opinaron diferentes personas que hoy se dieron cita bajo el rayo del sol, para disfrutar de sus raíces.

Purísima, Gto.- Una vez más los chicotes protagonizaron este viernes santo. La “Judea” regresó y miles de personas llegaron al pueblo del Rincón. Se reunieron en la insolada plaza principal para revivir las Tres Caídas que dan inicio a la persecución de Judas, el momento más esperado de cada año. Habían pasado dos años desde la última vez que la emergencia sanitaria por Covid-19 permitió su realización.

Al contrario que en el resto del país, en Purísima del Rincón la Semana Santa no la protagoniza Jesús. Primero va Judas, quien es seguido durante tres días por los judíos, fariseos y romanos, por haber vendido a Jesús a cambio de unas monedas.

La persecución de Judas, alcanza su fuerza en el viernes santo, después de que Jesús “muere en la cruz”. El diablo con su chicote empuñado, “cuchilea” a los niños, quienes pegan estampidas junto a Judas. Más atrás, con coloridas túnicas e imponentes máscaras de madera, además de un palo en la mano y bulla terrorífica, vienen los judíos. Los romanos los escoltan al son del tamborileo.

“Ahí vienen, ahí vienen”, dice la gente cuando la bulla de la persecución se acerca. Los espectadores se ponen de pie y se orillan. Quedarse en el camino resulta peligroso ante la fuerza de la costumbre y la juventud que irradian todos los participantes.

En Purísima el viernes santo es para reencontrarse con la familia. Ganar la sombra de un árbol y desplegar un improvisado picnic en la plaza principal, en las banquetas, o donde sea, es la misión de los asistentes. Desde las 12 del mediodía, cuando Jesús es bajado de la cruz, los asistentes esperan hasta las 16:30 horas para ser testigos de la captura y muerte de Judas.

Sin importar el insolente rayo del sol, desde los más chiquitos hasta los más grandes, agitan su brazo a toda velocidad para azotar el chicote y conseguir el ruido más ensordecedor. Todos quieren ser el diablo y los lazos trenzados, se consiguen en todos los tamaños.

“Adiós tío”

Aunque en Purísima, todos imitan a la imagen del hombre con los cuernos diabólicos, el pequeño Cristopher desde los hombros de sus papá admira a su tío, el encargado desde hace seis años de representar a Cristo.

Mientras Emanuel hacía su papel de Jesús, el pequeño de cuatro años movía su mano de un lado a otro, quería que su tío, desde arriba de la Cruz, le respondiera el saludo.

Cristopher apenas vivió su primer “Judea”, la pandemia no se lo había permitido. El pequeñito nació en la familia García Chávez, originarios de Purísima, quienes tienen la tradición bien arraigada desde hace más de 30 años que llevan participando.

Al contrario de la nueva tradición que llegó a la vida de Cristopher, a la fiesta más grande del pueblo no llegaron 207 habitantes, el COVID-19 les ganó la batalla. En estos dos años, la rutina cambió, pero la “Judea” se afianzó tanto que recibió más espectadores de lo normal, opinaron diferentes personas que hoy se dieron cita bajo el rayo del sol, para disfrutar de sus raíces.

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