/ lunes 29 de julio de 2024

San Juan de Abajo: de prominente hacienda de León, a comunidad donde escasean los servicios.Esta es su historia

La historia de San Juan de Abajo, una comunidad que ha luchado por su derecho al agua y por mejorar sus condiciones de vida

León, Gto.- Lo que hoy se conoce como una comunidad que ha luchado por su derecho al agua y para salir de la pobreza, San Juan de Abajo, comenzó su historia como una hacienda llamada San Nicolás de Arriba.

Aunque se desconoce el origen real de la hacienda, de acuerdo con información del Archivo Histórico Municipal de León (AHML) el testamento que otorgó Domingo Hernández, el 25 de febrero de 1687, se declara ser poseedor por más de 56 años de la propiedad comprada a Rodrigo Muñoz de Jerez.

Esta investigación, encabezada por el director del AHML, Rodolfo Herrera, ha encontrado que con el paso del tiempo la hacienda fue adquirida por Francisco de Ojeda y fue llamada San Nicolás de Ojeda. En 1696, el nuevo dueño pidió al Juez Privativo de Tierras, José Hurtado de Castilla, que hiciera un reconocimiento que comprendiera las medidas de sus tierras.

José de Austri inició su fortuna con un caudal de 20 mil pesos en géneros de tienda, mercancía y mulas de todas edades.

Fue dueño de las haciendas de labor nombradas La Gavia, Santa Ana –hoy del Conde-, con el agregado de La Estancia y trasquila de Santa Ana. Después compró la labor de temporal del bachiller Joseph Antonio Ruiz, al linde del camino que va a Guanajuato, con tres y media caballerías de tierra en mil 500 pesos.

Entre 1701 y 1734, realizó la compra de diferentes propiedades que unió a San Nicolás de Ojeda y también formó otra extensa hacienda llamada San Nicolás de Arriba y San Juan de Abajo, la cual cubría 31 caballerías.

José de Austri, en su testamento otorgado el primero de noviembre de 1749, nombró albacea a su esposa Estefanía de Obregón. Después de su muerte, en 1750 se hizo un primer inventario de los bienes de ambos esposos, pero quedaron sin dividir por acuerdo entre los herederos.

En ese extenso documento de 1750, se especifica que en el casco de San Juan de Abajo había dos trojes cuatas, con frente de cal y canto y marcos de cantería; una sala de adobe ripiada y con zarpes por dentro; un dormitorio con paredes ripiadas y un balcón de madera; una bodega en que se encierra el hato; una caballeriza y pajar techados de terrado; un corral y toril de adobe para encerrar los bueyes y una noria de a caballo, ademada de cal y canto, pila, circuito del andén, ruedas y gualda.

Los linderos que delimitaban las dos fincas eran: al norte, las pertenecientes a la hacienda de San Juan de los Otates, propia de don Antonio Anselmo de Quijas; al poniente, tierras de Manuel de Septién y Montero, capitán Francisco González de Castañeda y Gregorio Infante; al oriente, también tierras de Los Otates y otra laborcita que asimismo perteneció a José de Austri, y al sur, propiedad del bachiller Pedro José Velázquez.

Finalmente, el patrimonio que se había reunido con tanta dificultad fue dividido en seis haciendas, aunque el hecho fue notariado hasta 1777, cuando cada heredero –cinco hombres y una mujer- recibió como 2½ sitios grandes.

El dos de abril de 1789, Nicolás Bermolen impuso sobre su hacienda una hipoteca de 500 pesos a favor del Hospital de San Juan de Dios.

El 29 de enero de 1933, 53 vecinos de San Nicolás de Arriba solicitaron tierras ejidales, por lo que el 25 de agosto de 1936 se les dotó por decreto presidencial de 284.5 hectáreas.

El 14 de noviembre de 1947, Eduardo Barajas Andrade en representación de sus hijos, los menores J. Ascensión, Salvador y José Barajas Martínez, solicitó la inafectabilidad de San Nicolás de Arriba, con una superficie de 200.7505 hectáreas, de las cuales 79.35 eran de temporal, 112.3 de agostadero de buena calidad y 9.1005 se encontraban ocupadas por el caserío y caminos. El Presidente de la República, Miguel Alemán, el 1 de julio de 1949 lo declaró inafectable.

San Juan de Abajo

La sección que le fue cedida a Francisco Aniceto Palacios en 1806, llamada San Juan de Abajo, aún se contaba como una hacienda en la lista que se levantó en 1846.

El 20 de junio de 1859, el licenciado Celso García de León, en representación de Guadalupe Herrera de Arizmendi, tutora de sus hijos menores José María, Guadalupe, Jesús, Miguel María y Carmen –todos residentes en Guanajuato-, vendió a la señora Irene González de Elizaga en 16 mil 500 pesos.

La nueva dueña tuvo que reconocer, del precio señalado, nueve mil 500 pesos que estaban impuestos sobre la finca: seis mil a favor del hospital del Señor San José de Belén de Guanajuato y tres mil 500 al convento de las Monjas Catarinas de Morelia. Los siete mil pesos restantes fueron distribuidos de la siguiente forma: tres mil 393 pesos 50 centavos al contado, dos mil 354 pesos que entregaría el Sr. Manuel Cánovas en el mes de agosto y mil 256 pesos 50 centavos que entregaría el señor Juan Ruiz en enero del año entrante.

Unos años después, la finca pertenecía a Vicenta Gómez viuda de Centeno y a sus hijas Isabel y Francisca.

El poblado fue dotado de ejido por resolución presidencial del cuatro de agosto de 1937, con una superficie de 349.2 hectáreas; 308 tomadas de la hacienda San Juan de Abajo, propiedad de los herederos de Benigno Morales, y 41.2 de la finca Noria de Septién, propiedad de Rafael Portillo. De ellas se for-maron 42 parcelas más la escolar.

El 12 de agosto de 1939 los vecinos de San Juan de Abajo solicitaron al Gobierno del Estado la ampliación del ejido. Tomando en cuenta los colindantes. El 13 de febrero de 1946 se formó el censo general dando como resultado: 220 habitantes, 46 jefes de familia y 27 capacitados, reconociendo sólo a 22 que no tenían tierra. Sin embargo, el 4 de febrero de 1950 el Gobernador del Estado negó la ampliación.

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El tres de enero de 1955, solicitaron nuevamente la ampliación del ejido y pidieron al Gobernador del estado les reconociera el uso exclusivo del agua que contenían en los bordos Viejo y Nuevo, pues el antiguo propietario de la hacienda les impedía hacer uso de ella. Su solicitud de aguas fue negada el 7 de julio de 1959, por no encontrarse fuentes suficientes y la historia continúa hasta el día de hoy donde todavía son terrenos irregulares.

León, Gto.- Lo que hoy se conoce como una comunidad que ha luchado por su derecho al agua y para salir de la pobreza, San Juan de Abajo, comenzó su historia como una hacienda llamada San Nicolás de Arriba.

Aunque se desconoce el origen real de la hacienda, de acuerdo con información del Archivo Histórico Municipal de León (AHML) el testamento que otorgó Domingo Hernández, el 25 de febrero de 1687, se declara ser poseedor por más de 56 años de la propiedad comprada a Rodrigo Muñoz de Jerez.

Esta investigación, encabezada por el director del AHML, Rodolfo Herrera, ha encontrado que con el paso del tiempo la hacienda fue adquirida por Francisco de Ojeda y fue llamada San Nicolás de Ojeda. En 1696, el nuevo dueño pidió al Juez Privativo de Tierras, José Hurtado de Castilla, que hiciera un reconocimiento que comprendiera las medidas de sus tierras.

José de Austri inició su fortuna con un caudal de 20 mil pesos en géneros de tienda, mercancía y mulas de todas edades.

Fue dueño de las haciendas de labor nombradas La Gavia, Santa Ana –hoy del Conde-, con el agregado de La Estancia y trasquila de Santa Ana. Después compró la labor de temporal del bachiller Joseph Antonio Ruiz, al linde del camino que va a Guanajuato, con tres y media caballerías de tierra en mil 500 pesos.

Entre 1701 y 1734, realizó la compra de diferentes propiedades que unió a San Nicolás de Ojeda y también formó otra extensa hacienda llamada San Nicolás de Arriba y San Juan de Abajo, la cual cubría 31 caballerías.

José de Austri, en su testamento otorgado el primero de noviembre de 1749, nombró albacea a su esposa Estefanía de Obregón. Después de su muerte, en 1750 se hizo un primer inventario de los bienes de ambos esposos, pero quedaron sin dividir por acuerdo entre los herederos.

En ese extenso documento de 1750, se especifica que en el casco de San Juan de Abajo había dos trojes cuatas, con frente de cal y canto y marcos de cantería; una sala de adobe ripiada y con zarpes por dentro; un dormitorio con paredes ripiadas y un balcón de madera; una bodega en que se encierra el hato; una caballeriza y pajar techados de terrado; un corral y toril de adobe para encerrar los bueyes y una noria de a caballo, ademada de cal y canto, pila, circuito del andén, ruedas y gualda.

Los linderos que delimitaban las dos fincas eran: al norte, las pertenecientes a la hacienda de San Juan de los Otates, propia de don Antonio Anselmo de Quijas; al poniente, tierras de Manuel de Septién y Montero, capitán Francisco González de Castañeda y Gregorio Infante; al oriente, también tierras de Los Otates y otra laborcita que asimismo perteneció a José de Austri, y al sur, propiedad del bachiller Pedro José Velázquez.

Finalmente, el patrimonio que se había reunido con tanta dificultad fue dividido en seis haciendas, aunque el hecho fue notariado hasta 1777, cuando cada heredero –cinco hombres y una mujer- recibió como 2½ sitios grandes.

El dos de abril de 1789, Nicolás Bermolen impuso sobre su hacienda una hipoteca de 500 pesos a favor del Hospital de San Juan de Dios.

El 29 de enero de 1933, 53 vecinos de San Nicolás de Arriba solicitaron tierras ejidales, por lo que el 25 de agosto de 1936 se les dotó por decreto presidencial de 284.5 hectáreas.

El 14 de noviembre de 1947, Eduardo Barajas Andrade en representación de sus hijos, los menores J. Ascensión, Salvador y José Barajas Martínez, solicitó la inafectabilidad de San Nicolás de Arriba, con una superficie de 200.7505 hectáreas, de las cuales 79.35 eran de temporal, 112.3 de agostadero de buena calidad y 9.1005 se encontraban ocupadas por el caserío y caminos. El Presidente de la República, Miguel Alemán, el 1 de julio de 1949 lo declaró inafectable.

San Juan de Abajo

La sección que le fue cedida a Francisco Aniceto Palacios en 1806, llamada San Juan de Abajo, aún se contaba como una hacienda en la lista que se levantó en 1846.

El 20 de junio de 1859, el licenciado Celso García de León, en representación de Guadalupe Herrera de Arizmendi, tutora de sus hijos menores José María, Guadalupe, Jesús, Miguel María y Carmen –todos residentes en Guanajuato-, vendió a la señora Irene González de Elizaga en 16 mil 500 pesos.

La nueva dueña tuvo que reconocer, del precio señalado, nueve mil 500 pesos que estaban impuestos sobre la finca: seis mil a favor del hospital del Señor San José de Belén de Guanajuato y tres mil 500 al convento de las Monjas Catarinas de Morelia. Los siete mil pesos restantes fueron distribuidos de la siguiente forma: tres mil 393 pesos 50 centavos al contado, dos mil 354 pesos que entregaría el Sr. Manuel Cánovas en el mes de agosto y mil 256 pesos 50 centavos que entregaría el señor Juan Ruiz en enero del año entrante.

Unos años después, la finca pertenecía a Vicenta Gómez viuda de Centeno y a sus hijas Isabel y Francisca.

El poblado fue dotado de ejido por resolución presidencial del cuatro de agosto de 1937, con una superficie de 349.2 hectáreas; 308 tomadas de la hacienda San Juan de Abajo, propiedad de los herederos de Benigno Morales, y 41.2 de la finca Noria de Septién, propiedad de Rafael Portillo. De ellas se for-maron 42 parcelas más la escolar.

El 12 de agosto de 1939 los vecinos de San Juan de Abajo solicitaron al Gobierno del Estado la ampliación del ejido. Tomando en cuenta los colindantes. El 13 de febrero de 1946 se formó el censo general dando como resultado: 220 habitantes, 46 jefes de familia y 27 capacitados, reconociendo sólo a 22 que no tenían tierra. Sin embargo, el 4 de febrero de 1950 el Gobernador del Estado negó la ampliación.

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El tres de enero de 1955, solicitaron nuevamente la ampliación del ejido y pidieron al Gobernador del estado les reconociera el uso exclusivo del agua que contenían en los bordos Viejo y Nuevo, pues el antiguo propietario de la hacienda les impedía hacer uso de ella. Su solicitud de aguas fue negada el 7 de julio de 1959, por no encontrarse fuentes suficientes y la historia continúa hasta el día de hoy donde todavía son terrenos irregulares.

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