León, Gto.- A mediados de marzo, cuando inició la emergencia sanitaria, los patrones de José lo mandaron a descansar a su casa. Una valoración médica indicaba que era una persona vulnerable ante la pandemia del coronavirus. A principios de septiembre, junto con otros nueve compañeros, fue despedido de la empresa.
José, como miles de leoneses y como millones en el mundo, es víctima de Covid-19, no por enfermedad, sino de las consecuencias de ésta: el desempleo.
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Con una familia de cinco integrantes -su esposa y tres hijos- lleva meses de angustia, de incertidumbre y estrés. Acaba de encontrar un trabajo pero esto no le ha devuelto la tranquilidad.
Operador del transporte público, José llegaba a sacar hasta dos mil 500 pesos por semana, dependiendo de las vueltas que hiciera en el día, en la ruta 74 Convencional Villas de San Juan-Centro.
Cuando en la segunda quincena de marzo se ordenó el cierre de actividades por la pandemia y el servicio de transporte público redujo la frecuencia, a los trabajadores del volante les hicieron una valoración.
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Una doctora, con entrevistas en la base de los camiones checó al personal. A José le dolía mucho la cabeza y tenía la presión alta; la galena indicó que era hipertenso. José se fue a su casa a descansar. La determinación de la empresa fue que no trabajarían aquellos con enfermedades crónicas.
Fueron casi seis meses en los que el operador no laboró; en ese tiempo, su patrón le pagó mil 600 pesos semanales pero le descontó 400 del Infonavit, también semanalmente.
"De ahí había que pagar servicios, comprar pañales, leche, el agua que me llega muy alta porque no hemos podido pagar todo lo que debemos; con los niños, que la escuela es virtual, tienes que gastar en internet, tienes que gastar en copias, tienes que gastar en impresiones… mil 200 es muy poquito, pero ahí la llevábamos", comenta la esposa de José.
Fue a principios de septiembre que le llamaron sus jefes para pedirle que se presentará en las oficinas a unas pláticas. Al llegar, le dijeron que él y otros nueve operadores estaban despedidos. El argumento: No sabían para cuando el semáforo estará en verde y que ya no podían pagarles a todos los que estaban de descanso.
Trató de mantener su trabajo. Les dijo que él no estaba diagnosticado "al 100 % como hipertenso". Sus jefes le exigieron que se hiciera estudios y que les demostrara que era una persona sana. No lo hizo. Ante la advertencia de "habías de firmar lo que es, porque ahorita todo está cerrado y la demanda no va a proceder o se va a tardar mucho", aceptó perder su trabajo. En ese momento estaba desempleado.
Cuenta que durante la pandemia les pidió que lo dejaran volver a laborar, pero la respuesta era la misma: comprobar que no era una persona vulnerable.
"Con los mil 200 que me daban no me alcanzaba para pagar un doctor", afirma. "Apenas ajustábamos para comer", agrega su esposa.
Los dolores de cabeza de José no cesaban y fue hasta que tuvo el dinero de la liquidación que fue al médico y se realizó análisis. "Hasta ahorita llevo gastado más de mil pesos, entre consultas y medicamentos". Dice que "sí tengo la presión alta pero no soy hipertenso".
Actualmente está en busca de trabajo más formal que el que acaba de conseguir. Tiene algunos días como taxista, pero "ayer, por ejemplo, no saqué ni para la liquidación".
El matrimonio tiene tres hijos, dos estudiando la secundaria y un bebé de dos años. "Está muy pesada la situación por todo lo del coronavirus; no hay trabajo y así es muy difícil salir adelante", se lamentan.