/ sábado 1 de agosto de 2020

La herida sigue abierta a un mes de la masacre en el anexo de Irapuato

Centros de Rehabilitación no han tenido apoyo para regularizarse ni están recibiendo seguridad

Ha pasado un mes y la herida que dejó la matanza de 27 personas en el anexo “Buscando el camino a mi recuperación”, de Irapuato, aún no se olvida, pero tampoco han ocurrido grandes cambios.

Nicolás Pérez Ponce, presidente de los Centros de Rehabilitación Unidos del Bajío (CRUB), aseguró que hasta el momento no han tenido el apoyo que han estado buscando para poder regularizar estos lugares. Tampoco ha habido el apoyo en seguridad prometido, pues las patrullas que prometieron que acudirían a estos lugares a dar rondines, dejaron de pasar a los pocos días; eso ha originado que por lo menos 130 centros de rehabilitación tan sólo de Irapuato, Salamanca, Celaya y León hayan tenido que cerrar, pues tienen miedo.

Desde hace 14 años, Nicolás Pérez Ponce ha trabajado con adictos a las drogas y al alcohol para que dejen este camino y aseguró que éste ha sido el tiempo más complicado que han vivido estos lugares. Lo sabe bien, pues él mismo fue un adicto, un anexado, pues a pesar de tener su trabajo como mecánico, lo único que le interesaba hace 15 años era despertar para beber alcohol y consumir droga; 100, 150 o veces hasta 200 pesos de cocaína los consumía en un par de horas.

“A veces, con sólo tenerla en mi bolsa, sin consumirla, me sentía tranquilo. Así es el infierno de un adicto, yo lo pasé, estuve a punto de golpear a mi madre por mis alucines; vi la muerte a los ojos, pero no me importó. Cuando me anexé, pesaba 50 kilos, estaba destrozado. Por las adicciones perdí parte de mi vista. Tuve que tocar fondo para ver que no quería seguir en eso y cuando me recuperé, me dije que tenía que ayudar a más gente a que no cayera como yo lo hice”, recuerda Nicolás.

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No somos semilleros de delincuentes

Nicolás Pérez Ponce dijo que en varias ocasiones han invitado a las autoridades a visitar los anexos, para que se den cuenta de que no son los semilleros de delincuentes, como se aseguró en algún momento. Incluso, aseguró que esa afirmación les traho problemas.

“Después de lo que pasó en Irapuato, de Celaya cerraron como unos 30 anexos, por el temor, por el miedo porque empezaron a decir que habían visto cartulinas donde estaban amenazando a los anexos; de Irapuato cerraron como unos 80, los de Silao querían cerrar; en total han de haber sido como 130, con los de Salamana y León”.

“A otros centros llegó la familia y se llevó a los chavos, decían ‘si se lo han de matar, que me lo maten afuera y no ahí encerrado’, esa era la ideología dela gente”, contó Nicolás, quien compartió que apenas hace una semana, un joven que estuvo anexado en un centro de rehabilitación de Silao, que estaba llevando bien su tratamiento contra las drogas, fue sacado por su familia; a los pocos días fue encontrado colgado en su cuarto.

Las extorsiones también se hicieron presentes en los anexos, pues se aprovecharon de la situación y más de alguno cayó y también tuvieron que cerrar por ello.

Pero no sólo eso: las peticiones para anexar a personas disminuyeron, pues anteriormente recibían 15 peticiones de ayuda para auxiliar a jóvenes con adicciones y rehabilitarlos por tres meses y actualmente son sólo dos por semana.

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Desintoxicarse en un anexo

Organización Editorial Mexicana pudo conocer de cerca cómo opera el anexo la Sagrada Familia A.C., incluso desde que una persona es ingresada.

El proceso inicia con la llegada de la persona, un médico le realiza una valoración, para a partir de entonces darle seguimiento, pues muchos llegan con úlceras, con daños en su cuerpo, otros con llagas en la piel, pues varios suelen dormir en la calle, pues no llegan a su casa con tal de seguirse drogando o ingiriendo alcohol. El proceso de desintoxicación dura un mes. Al mes siguiente, inicia el proceso de aceptación de que se tiene un problema y comienza un ejercicio catártico, donde a partir de las experiencias de contar cómo se tocó fondo, qué hicieron para conseguir la droga o la bebida, ellos mismos terminan comprendiendo que incluso tuvieron que denigrarse con tal se seguir con la adicción: robar a sus familiares, asaltar en las calles, hacer mandados a delincuentes e incluso hasta tener sexo con tal de que las dieran 20 pesos para comprar una garrafa de destilado de caña o 50 pesos para una dosis de cristal, todo esto tuvieron que hacer y lo reconocen.

El tercer mes es el proceso del perdón, tanto para ellos como para su familia. Que no exista rencor, porque nadie fue más de su adicción que ellos.

De acuerdo con Juventino Rosales, uno de los “padrinos”, como se le llama a quienes se encargan del proceso de rehabilitación de las personas, y quien es de los más viejos de Guanajuato, explica que el nombre de anexo es un término que viene desde los años 60 en la prisión de Lecumberri enviaban a los detenidos por consumo de drogas o alcohol “y llegaban bien torcidos, entonces los mandaban a un anexo de una celda que funcionaba como baño, para que ahí se la curaran a lo macho y como ahí tenían el baño, ahí se podían vomitar, hacer del baño, todo; ya con el tiempo, en vez de meterte a prisión, te llevaban a casas y se quedó el término ‘lo mandaron al anexo’”.

Cristal, la droga más consumida, incluso por niños

Nicolás Pérez Ponce aseguró que la mayoría de los que están internados en los anexos, son por consumir la droga conocida como cristal.

“Es una droga muy barata, muy adictiva, pero que hace daño”, dice y advirtió que lo más preocupante es que ésta es muy accesible hasta para los niños”.

Incluso, contó que en uno de los centros de rehabilitación que Nicolás Pérez maneja, hay un niño e nueve años que fue ingresado a ese lugar por su madre, pues a esa edad consumió cristal, pues lo dejaba solo para ir a trabajar.

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“Hay modelos que aplican en otros países, como Islandia, donde bajaron el consumo de drogas y lo van a aplicar en Guanajuato. Nosotros lo hemos estudiado y lo hemos aplicado, consiste básicamente en que los papás se hagan cargo de sus hijos, que estén al pendiente, pero son realidades muy distintas, en Islandia trabajan 48 horas y ganan bien, aquí una persona trabaja 10 horas y gana 120 pesos al día; eso le psí al niño de nueve años, su padre los dejó por estar en las drogas, su madre salió a trabajar, se juntó con gente más grande que él y ahí está el resultado”.

Pero no sólo eso: Nicolás relató que también han detectado que mas de casa han tenido que ser anexadas, por la desinformación que existe sobre las drogas.

“Hay mujeres que escucharon que consumiendo cristal iban a bajar de peso. Y sí lo hicieron, pero no pudieron ya manejar la adicción y tuvieron que se anexadas”.

Arandas no se recupera

La comunidad de Arandas aún no se recupera. La seguridad federal, estatal y municipal que se vio días después del ataque al anexo, ya se ha ido. Las familias tienen miedo aún.

Catalina Santoyo, habitante de la comunidad de Arandas desde hace más de 54 años, dice que aún escucha en su mente los balazos que le quitaron la vida a su nieto Miguel.

“A veces estoy dormida y los escucho y me despierto. No me he podido recuperar de eso tan feo”, dice desde detrás de su puerta, la cual no abre más que para salir a la tienda o por tortillas”.

Nicolás Pérez Ponce dijo que la solución no es cerrar anexos, sino la solución es colaborar con ellos.

“La autoridad tiene toda la estructura, tiene todo el conocimiento con nosotros, si ellos nos dicen cómo quieren que trabajemos, lo hacemos, pero que no nos dejen olvidados. Nosotros no somos enemigos, somos aliados para poder ayudar a más a salir de las drogas. Sólo quien ha caído en esto sabe que la solución no es ignorar, sino acompañar y en la medida en que acompañemos a los que han caído en adicciones, vamos a poder salvar más vidas, en vez de lamentarlas”.

Ha pasado un mes y la herida que dejó la matanza de 27 personas en el anexo “Buscando el camino a mi recuperación”, de Irapuato, aún no se olvida, pero tampoco han ocurrido grandes cambios.

Nicolás Pérez Ponce, presidente de los Centros de Rehabilitación Unidos del Bajío (CRUB), aseguró que hasta el momento no han tenido el apoyo que han estado buscando para poder regularizar estos lugares. Tampoco ha habido el apoyo en seguridad prometido, pues las patrullas que prometieron que acudirían a estos lugares a dar rondines, dejaron de pasar a los pocos días; eso ha originado que por lo menos 130 centros de rehabilitación tan sólo de Irapuato, Salamanca, Celaya y León hayan tenido que cerrar, pues tienen miedo.

Desde hace 14 años, Nicolás Pérez Ponce ha trabajado con adictos a las drogas y al alcohol para que dejen este camino y aseguró que éste ha sido el tiempo más complicado que han vivido estos lugares. Lo sabe bien, pues él mismo fue un adicto, un anexado, pues a pesar de tener su trabajo como mecánico, lo único que le interesaba hace 15 años era despertar para beber alcohol y consumir droga; 100, 150 o veces hasta 200 pesos de cocaína los consumía en un par de horas.

“A veces, con sólo tenerla en mi bolsa, sin consumirla, me sentía tranquilo. Así es el infierno de un adicto, yo lo pasé, estuve a punto de golpear a mi madre por mis alucines; vi la muerte a los ojos, pero no me importó. Cuando me anexé, pesaba 50 kilos, estaba destrozado. Por las adicciones perdí parte de mi vista. Tuve que tocar fondo para ver que no quería seguir en eso y cuando me recuperé, me dije que tenía que ayudar a más gente a que no cayera como yo lo hice”, recuerda Nicolás.

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No somos semilleros de delincuentes

Nicolás Pérez Ponce dijo que en varias ocasiones han invitado a las autoridades a visitar los anexos, para que se den cuenta de que no son los semilleros de delincuentes, como se aseguró en algún momento. Incluso, aseguró que esa afirmación les traho problemas.

“Después de lo que pasó en Irapuato, de Celaya cerraron como unos 30 anexos, por el temor, por el miedo porque empezaron a decir que habían visto cartulinas donde estaban amenazando a los anexos; de Irapuato cerraron como unos 80, los de Silao querían cerrar; en total han de haber sido como 130, con los de Salamana y León”.

“A otros centros llegó la familia y se llevó a los chavos, decían ‘si se lo han de matar, que me lo maten afuera y no ahí encerrado’, esa era la ideología dela gente”, contó Nicolás, quien compartió que apenas hace una semana, un joven que estuvo anexado en un centro de rehabilitación de Silao, que estaba llevando bien su tratamiento contra las drogas, fue sacado por su familia; a los pocos días fue encontrado colgado en su cuarto.

Las extorsiones también se hicieron presentes en los anexos, pues se aprovecharon de la situación y más de alguno cayó y también tuvieron que cerrar por ello.

Pero no sólo eso: las peticiones para anexar a personas disminuyeron, pues anteriormente recibían 15 peticiones de ayuda para auxiliar a jóvenes con adicciones y rehabilitarlos por tres meses y actualmente son sólo dos por semana.

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Desintoxicarse en un anexo

Organización Editorial Mexicana pudo conocer de cerca cómo opera el anexo la Sagrada Familia A.C., incluso desde que una persona es ingresada.

El proceso inicia con la llegada de la persona, un médico le realiza una valoración, para a partir de entonces darle seguimiento, pues muchos llegan con úlceras, con daños en su cuerpo, otros con llagas en la piel, pues varios suelen dormir en la calle, pues no llegan a su casa con tal de seguirse drogando o ingiriendo alcohol. El proceso de desintoxicación dura un mes. Al mes siguiente, inicia el proceso de aceptación de que se tiene un problema y comienza un ejercicio catártico, donde a partir de las experiencias de contar cómo se tocó fondo, qué hicieron para conseguir la droga o la bebida, ellos mismos terminan comprendiendo que incluso tuvieron que denigrarse con tal se seguir con la adicción: robar a sus familiares, asaltar en las calles, hacer mandados a delincuentes e incluso hasta tener sexo con tal de que las dieran 20 pesos para comprar una garrafa de destilado de caña o 50 pesos para una dosis de cristal, todo esto tuvieron que hacer y lo reconocen.

El tercer mes es el proceso del perdón, tanto para ellos como para su familia. Que no exista rencor, porque nadie fue más de su adicción que ellos.

De acuerdo con Juventino Rosales, uno de los “padrinos”, como se le llama a quienes se encargan del proceso de rehabilitación de las personas, y quien es de los más viejos de Guanajuato, explica que el nombre de anexo es un término que viene desde los años 60 en la prisión de Lecumberri enviaban a los detenidos por consumo de drogas o alcohol “y llegaban bien torcidos, entonces los mandaban a un anexo de una celda que funcionaba como baño, para que ahí se la curaran a lo macho y como ahí tenían el baño, ahí se podían vomitar, hacer del baño, todo; ya con el tiempo, en vez de meterte a prisión, te llevaban a casas y se quedó el término ‘lo mandaron al anexo’”.

Cristal, la droga más consumida, incluso por niños

Nicolás Pérez Ponce aseguró que la mayoría de los que están internados en los anexos, son por consumir la droga conocida como cristal.

“Es una droga muy barata, muy adictiva, pero que hace daño”, dice y advirtió que lo más preocupante es que ésta es muy accesible hasta para los niños”.

Incluso, contó que en uno de los centros de rehabilitación que Nicolás Pérez maneja, hay un niño e nueve años que fue ingresado a ese lugar por su madre, pues a esa edad consumió cristal, pues lo dejaba solo para ir a trabajar.

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“Hay modelos que aplican en otros países, como Islandia, donde bajaron el consumo de drogas y lo van a aplicar en Guanajuato. Nosotros lo hemos estudiado y lo hemos aplicado, consiste básicamente en que los papás se hagan cargo de sus hijos, que estén al pendiente, pero son realidades muy distintas, en Islandia trabajan 48 horas y ganan bien, aquí una persona trabaja 10 horas y gana 120 pesos al día; eso le psí al niño de nueve años, su padre los dejó por estar en las drogas, su madre salió a trabajar, se juntó con gente más grande que él y ahí está el resultado”.

Pero no sólo eso: Nicolás relató que también han detectado que mas de casa han tenido que ser anexadas, por la desinformación que existe sobre las drogas.

“Hay mujeres que escucharon que consumiendo cristal iban a bajar de peso. Y sí lo hicieron, pero no pudieron ya manejar la adicción y tuvieron que se anexadas”.

Arandas no se recupera

La comunidad de Arandas aún no se recupera. La seguridad federal, estatal y municipal que se vio días después del ataque al anexo, ya se ha ido. Las familias tienen miedo aún.

Catalina Santoyo, habitante de la comunidad de Arandas desde hace más de 54 años, dice que aún escucha en su mente los balazos que le quitaron la vida a su nieto Miguel.

“A veces estoy dormida y los escucho y me despierto. No me he podido recuperar de eso tan feo”, dice desde detrás de su puerta, la cual no abre más que para salir a la tienda o por tortillas”.

Nicolás Pérez Ponce dijo que la solución no es cerrar anexos, sino la solución es colaborar con ellos.

“La autoridad tiene toda la estructura, tiene todo el conocimiento con nosotros, si ellos nos dicen cómo quieren que trabajemos, lo hacemos, pero que no nos dejen olvidados. Nosotros no somos enemigos, somos aliados para poder ayudar a más a salir de las drogas. Sólo quien ha caído en esto sabe que la solución no es ignorar, sino acompañar y en la medida en que acompañemos a los que han caído en adicciones, vamos a poder salvar más vidas, en vez de lamentarlas”.

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