/ jueves 30 de diciembre de 2021

Guerra Cristera dejó huella de sangre en León

En la calle Palo Cuarto de la colonia La Brisa, se erigió una cruz para recordar a los mártires cristeros

El movimiento conocido como la Guerra Cristera marcó al país y en León, en la calle Palo Cuarto de la colonia La Brisa, se erigió una cruz para recordar a los mártires cristeros que fueron fusilados el 3 de enero de 1927.

Las tropas federales lucharon con grupos de cristeros en Duarte, Lagunillas y otros que se levantaron en armas, fue una lucha sangrienta donde los fusilamientos y los ahorcamientos eran comunes entre ambos grupos.

Los mártires a quienes se rinde homenaje en ese lugar fueron José Valencia Gallardo, Nicolás Navarro, Ezequiel Gómez, Salvador Vargas, José Gasca y Agustín Ríos, algunos miembros de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM). Las familias de los fallecidos, quienes tenían entre 20 y 35 años, se reúnen cada día 3 de enero para celebrar con una verbena lo que hicieron por la religión.

El 31 de julio de 1926, el presidente de México, Plutarco Elías Calles promulgó la Ley de tolerancia de cultos también llamada “Ley Calles”, a través de ella se decretó la suspensión de culto y las iglesias de todo el país fueron cerradas.

Dio inicio a uno de los periodos más sangrientos en la historia del país que se concentró en especial en los estados de Jalisco, Guanajuato, Michoacán y Colima.

Tres años de guerra

A partir de 1926, hasta el 1929, el gobierno federal se enfrentó contra grupos de fieles católicos conocidos como cristeros, porque los sacerdotes eran perseguidos, acusados de “salteadores” de trenes y de que impulsaron la intervención norteamericana.

Los sacerdotes extranjeros fueron expulsados, los obispos tuvieron que salir del país, los niños no podían ser bautizados, ni hacer su primera comunión y tampoco había misas los domingos.

Incluso actividades tan comunes estaban prohibidas como que un sacerdote estuviera en la calle vestido como tal, también que estuvieran reunidos en congregaciones y que se enseñara religión en las escuelas.

No obstante, algunos padres atendieron las demandas de leoneses que pedían los sacramentos en sus domicilios, a pesar de los cateos que se realizaban. Algunos sacerdotes como Andrés Sola y Trinidad Rangel fueron fusilados.

José D. Pérez, vicario de la parroquia de la Purísima del Coecillo, autor del libro “León cristero” fue aprehendido por las autoridades, pero le dieron la oportunidad de irse al extranjero.

De acuerdo con el Archivo Histórico, el obispo de León Emeterio Valverde Téllez, alentó la creación de organismos sobre todo en León durante el conflicto.

En 1928 el general Daniel Sánchez se enfrentó contra los cristeros del Bajío y de los Altos, incluso con aviones militares, cometió muchas injusticias y bastantes hombres se refugiaron en la ciudad.

Luego de que se derramó tanta sangre, el movimiento terminó de manera oficial el 21 de junio de 1929, después de la firma de acuerdos entre el arzobispo de México Leopoldo Ruiz y Flores, como delegado apostólico del Papa Pío XI, y el presidente de México, Emilio Portes Gil.

Pronto los sacerdotes comenzaron a oficiar misas y los desagües que había en la ciudad por las constantes inundaciones, ya no sirvieron como paso para los llamados cristeros, quienes también se movían a través de túneles que había debajo de iglesias y escuelas de la zona Centro.

El movimiento conocido como la Guerra Cristera marcó al país y en León, en la calle Palo Cuarto de la colonia La Brisa, se erigió una cruz para recordar a los mártires cristeros que fueron fusilados el 3 de enero de 1927.

Las tropas federales lucharon con grupos de cristeros en Duarte, Lagunillas y otros que se levantaron en armas, fue una lucha sangrienta donde los fusilamientos y los ahorcamientos eran comunes entre ambos grupos.

Los mártires a quienes se rinde homenaje en ese lugar fueron José Valencia Gallardo, Nicolás Navarro, Ezequiel Gómez, Salvador Vargas, José Gasca y Agustín Ríos, algunos miembros de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM). Las familias de los fallecidos, quienes tenían entre 20 y 35 años, se reúnen cada día 3 de enero para celebrar con una verbena lo que hicieron por la religión.

El 31 de julio de 1926, el presidente de México, Plutarco Elías Calles promulgó la Ley de tolerancia de cultos también llamada “Ley Calles”, a través de ella se decretó la suspensión de culto y las iglesias de todo el país fueron cerradas.

Dio inicio a uno de los periodos más sangrientos en la historia del país que se concentró en especial en los estados de Jalisco, Guanajuato, Michoacán y Colima.

Tres años de guerra

A partir de 1926, hasta el 1929, el gobierno federal se enfrentó contra grupos de fieles católicos conocidos como cristeros, porque los sacerdotes eran perseguidos, acusados de “salteadores” de trenes y de que impulsaron la intervención norteamericana.

Los sacerdotes extranjeros fueron expulsados, los obispos tuvieron que salir del país, los niños no podían ser bautizados, ni hacer su primera comunión y tampoco había misas los domingos.

Incluso actividades tan comunes estaban prohibidas como que un sacerdote estuviera en la calle vestido como tal, también que estuvieran reunidos en congregaciones y que se enseñara religión en las escuelas.

No obstante, algunos padres atendieron las demandas de leoneses que pedían los sacramentos en sus domicilios, a pesar de los cateos que se realizaban. Algunos sacerdotes como Andrés Sola y Trinidad Rangel fueron fusilados.

José D. Pérez, vicario de la parroquia de la Purísima del Coecillo, autor del libro “León cristero” fue aprehendido por las autoridades, pero le dieron la oportunidad de irse al extranjero.

De acuerdo con el Archivo Histórico, el obispo de León Emeterio Valverde Téllez, alentó la creación de organismos sobre todo en León durante el conflicto.

En 1928 el general Daniel Sánchez se enfrentó contra los cristeros del Bajío y de los Altos, incluso con aviones militares, cometió muchas injusticias y bastantes hombres se refugiaron en la ciudad.

Luego de que se derramó tanta sangre, el movimiento terminó de manera oficial el 21 de junio de 1929, después de la firma de acuerdos entre el arzobispo de México Leopoldo Ruiz y Flores, como delegado apostólico del Papa Pío XI, y el presidente de México, Emilio Portes Gil.

Pronto los sacerdotes comenzaron a oficiar misas y los desagües que había en la ciudad por las constantes inundaciones, ya no sirvieron como paso para los llamados cristeros, quienes también se movían a través de túneles que había debajo de iglesias y escuelas de la zona Centro.

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