/ lunes 10 de junio de 2024

Doña Josefina cuida a enfermos sin cobrar un peso; lo hace como manda tras recuperar el habla

Doña Josefina Casas tiene más de 30 años cuidando enfermos

León, Gto.- Doña Josefina Casas tiene más de 30 años cuidando enfermos de noche en los hospitales de León y no cobra ni un peso, todo lo hace de buena voluntad tras haber recuperado el habla que perdió de niña y 35 años después cuando encontró la fé.

La mujer junto con sus 16 hermanos nacieron en Irapuato, Guanajuato, y a los cinco años vivió una experiencia traumática que le cambió la vida y le robó el habla, por lo que aprendió a comunicarse por medio de señas; así se casó, tuvo a sus hijos, pero el detonante para acercarse a la Iglesia fue cuando una de sus hijas conectó con la llamada “energía negra”.

“Yo no andaba en la Iglesia ni nada, pero fue por una cosa que por culpa de mi hija que yo entré a la Iglesia, pero no me arrepiento, porque yo de ahí conocí al señor y esa es parte de mi historia”, comentó.

Es una tarde de jueves, doña Josefina está sentada frente al templo de Santa Clara, cerca de donde vive, en el Fraccionamiento San Miguel, contando su historia de viva voz, algo que años atrás no hubiera podido hacer.

“Cuando uno conoce el amor de Dios, uno ya no piensa en uno, sino en los demás, para servir, pues lo más importante es servir a nuestros hermanos, al prójimo, es una tarea que nos dejó nuestro señor Jesucristo y yo tomé las enseñaza”, agregó.

Platicó que aunque duró más 35 años sin hablar, fue el episodio de su hija lo que la hizo acercarse a Dios y el milagro que le concedió no tiene con qué pagarlo, por lo que desde entonces decidió entregarle la vida a Jesús, cuidando enfermos.

“Visitamos enfermos y me dicen que si cobro y les digo que no, porque es una labor gratuita; a veces me quieren dar dinero, pero digo que no, yo no recibo dinero, porque todo lo que nos da nuestro señor Jesucristo es suficiente y a veces hay enfermitos que están bien malitos y uno no puede pegar el ojo en toda la noche”, añadió.

Aseguró que por lo regular no cuida hombres, porque le da pena, pero de ahí en más le da asistencia a mujeres de todas las edades, niños, niñas sobre todo si vienen de fuera del municipio o estado.

Además va a misa, a la Hora Santa, hace ejercicio y toma clases de guitarra, también visita los anexos y les lleva comida a los enfermos.

“Mi vida es visitar a los enfermos, visitar los anexos, llevarles comida a los enfermitos y todo lo que es de puros enfermos porque también los alcohólicos están enfermos”, dijo.

De no poder hablar durante tantos años, ahora ofrece su testimonio en la Iglesias y los centros de rehabilitación.

“Yo no podía hablar nada, nada podía hablar yo, entonces siempre me apartaba todo, del mundo, de la gente y todo eso, no podía leer un libro, no podía hablar por teléfono, no podía comunicarme con nadie”, comentó.

Doña Josefina Casas ahora tiene 69 años y en ocasiones hace ayunos hasta por cuarenta días y sólo come tres bolillos durante el día.

Además dijo tener la energía puesta para continuar en estas labores hasta el día que deje de poder, pues su esposo ya falleció siempre la apoyó en todo y ahora también la cuida desde donde está.

León, Gto.- Doña Josefina Casas tiene más de 30 años cuidando enfermos de noche en los hospitales de León y no cobra ni un peso, todo lo hace de buena voluntad tras haber recuperado el habla que perdió de niña y 35 años después cuando encontró la fé.

La mujer junto con sus 16 hermanos nacieron en Irapuato, Guanajuato, y a los cinco años vivió una experiencia traumática que le cambió la vida y le robó el habla, por lo que aprendió a comunicarse por medio de señas; así se casó, tuvo a sus hijos, pero el detonante para acercarse a la Iglesia fue cuando una de sus hijas conectó con la llamada “energía negra”.

“Yo no andaba en la Iglesia ni nada, pero fue por una cosa que por culpa de mi hija que yo entré a la Iglesia, pero no me arrepiento, porque yo de ahí conocí al señor y esa es parte de mi historia”, comentó.

Es una tarde de jueves, doña Josefina está sentada frente al templo de Santa Clara, cerca de donde vive, en el Fraccionamiento San Miguel, contando su historia de viva voz, algo que años atrás no hubiera podido hacer.

“Cuando uno conoce el amor de Dios, uno ya no piensa en uno, sino en los demás, para servir, pues lo más importante es servir a nuestros hermanos, al prójimo, es una tarea que nos dejó nuestro señor Jesucristo y yo tomé las enseñaza”, agregó.

Platicó que aunque duró más 35 años sin hablar, fue el episodio de su hija lo que la hizo acercarse a Dios y el milagro que le concedió no tiene con qué pagarlo, por lo que desde entonces decidió entregarle la vida a Jesús, cuidando enfermos.

“Visitamos enfermos y me dicen que si cobro y les digo que no, porque es una labor gratuita; a veces me quieren dar dinero, pero digo que no, yo no recibo dinero, porque todo lo que nos da nuestro señor Jesucristo es suficiente y a veces hay enfermitos que están bien malitos y uno no puede pegar el ojo en toda la noche”, añadió.

Aseguró que por lo regular no cuida hombres, porque le da pena, pero de ahí en más le da asistencia a mujeres de todas las edades, niños, niñas sobre todo si vienen de fuera del municipio o estado.

Además va a misa, a la Hora Santa, hace ejercicio y toma clases de guitarra, también visita los anexos y les lleva comida a los enfermos.

“Mi vida es visitar a los enfermos, visitar los anexos, llevarles comida a los enfermitos y todo lo que es de puros enfermos porque también los alcohólicos están enfermos”, dijo.

De no poder hablar durante tantos años, ahora ofrece su testimonio en la Iglesias y los centros de rehabilitación.

“Yo no podía hablar nada, nada podía hablar yo, entonces siempre me apartaba todo, del mundo, de la gente y todo eso, no podía leer un libro, no podía hablar por teléfono, no podía comunicarme con nadie”, comentó.

Doña Josefina Casas ahora tiene 69 años y en ocasiones hace ayunos hasta por cuarenta días y sólo come tres bolillos durante el día.

Además dijo tener la energía puesta para continuar en estas labores hasta el día que deje de poder, pues su esposo ya falleció siempre la apoyó en todo y ahora también la cuida desde donde está.

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