/ viernes 13 de mayo de 2022

Joe Satriani y sus Elefantes de Marte

El guitarrista habla con El Sol de México de su proceso de creación musical, así como de la forma en que organiza cada pieza de un disco. Y comparte que en su trabajo el sentido del humor juega un papel importante

Conocer a un héroe de la guitarra es toda una aventura, quizá porque es el instrumento moderno por naturaleza que ha cimentado el sonido no sólo de cualquier variante del rock, sino también del mejor jazz fusión y todo lo que caiga en medio.

Ahora imagínense platicar no sólo con un versado maestro técnico de estatura mundial, sino con un líder que ha reunido alrededor suyo en una serie de conciertos a los más influyentes guitarristas de varias generaciones, pasando desde el veterano huesero Steve Lukather hasta Kirk Hammett (Metallica).

Esa fue mi sensación al platicar con Joe Satriani, mencionado por todas las referencias como el más vendedor de todos los guitarristas solistas instrumentalistas (es decir dedicado a la música sin vocales).

Este 2022, Satriani editó The Elephants of Mars, un sorpresivo recuento de lo que significa tener 66 años y sufrir los efectos de la pandemia encerrado para un amante de los conciertos y de rodearse de colegas guitarristas. Un disco que ha resultado una sorpresa para sus seguidores por su sonido realmente refrescante para estos tiempos.

Acerca del track que abre el disco, “Sahara”, apunta:

“Creo que cuando estábamos decidiendo cuáles serían las 14 o 15 canciones del álbum nos topamos con el siempre problemático criterio de la secuencia para lograr una estructura con cierto sentido. Siempre me ha costado trabajo ese proceso y entonces hice un diagrama basado en los tonos de las canciones, sus tiempos, sus intensidades, e intente cierto orden donde una canción te llevara naturalmente a la otra para lograr un efecto de cierta continuidad y para que cuando terminaras de escuchar todo el álbum y pareciera que volvías al inicio. Todos coincidimos en que tenía que ser “Sahara” la primera canción, sólo porque sentimos todos los involucrados”.

Y con ese espíritu decidiste el título del disco, The Elephants of Mars?

Es curioso, porque cuando decides el nombre de un disco tienes dos caminos: O escoges el mismo del sencillo, lo cual es lo más común en el pop o algo que tenga que ver con el modo del disco completo. A mí siempre me ha servido escoger una canción que en su origen haya sido como una broma, por ejemplo con mi primer disco solista Not of This Earth (1986), quería algo que le gustara a mis amigos de la prepa porque nos encantaba una horrible película de ciencia ficción titulada exactamente igual. Quería que cuando vieran el título se remontaran a esas épocas reuniéndonos en espíritu y también que recordaran lo idiotas que éramos entonces!

Foto: Cortesía earMusic

Agrega que en aquel entonces no pensaba realmente en construir una carrera como guitarrista solista, pero que una cosa llevó a la otra y pronto tuvo otros títulos como Surfing with the Alien (1987), Flying in a Blue Dream (1989), Crystal Planet (1998) y Black Swans and Wormhole Wizards (2010).

“Lo curioso es que la secuencia fue cambiando y la idea era comenzar con la canción homónima del disco y lograr una secuencia, lo cual se hace muy difícil de esa forma. Ahora he pensado al revés: hacer las canciones, diseñar la secuencia y al final escoger el nombre del disco, el cual ahora creo que expresa a mis fans mi sentido del humor y mi amor por la ciencia ficción”, agrega.

La portada del disco es fantástica, ¿cómo llegaste a ella?

Sí, gracias al grandioso Todd Gallapo. Lo conocí porque es el responsable de la imagen del bar Cabo Wabo, de Sammy Hagar, y la idea surgió cuando platiqué con él sobre mi negativa a aparecer en la portada del disco después de tantos años de carrera y después de la larga reclusión en mi casa por la pandemia, por lo que no quería ninguna sesión de fotos y entonces después de decirle el título del disco y de enviarle una primera grabación se le ocurrió en tan solo un día utilizar partes de las guitarras como las orejas de los elefantes, fantástico, ¿no?

Claro. ¿Tú crees que al utilizar los tempos para construir este sentido musical también vas creando una narrativa con tu música?

Sí, y es una gran forma de explicarlo, ya que hablo sobre viajes muy personales en nuestras vidas, enfrentando nuevas realidades al mismo tiempo que nos sentimos algunas veces perdidos en la memoria y en el respeto a nuestros muertos. Aunque no comencé a grabar con ninguna restricción o preferencia sobre algún tema, quería que este disco fuera completamente expansivo, sobre todo por lo que sentía en el momento y espero que el resultado haya funcionado para todos los involucrados… La mecánica era enviar una idea original a mi productor y siempre le di espacio para reaccionar y para rebotar ideas sobre las composiciones.

“Cuando comenzamos no sabíamos cuáles canciones resultaban y al paso de los meses se acumulaban 25 o 30, provocando una fuerza diferente ya que teníamos que decidir hacia adentro de la creatividad una vez expresada complementando con las canciones finales… El secreto es que quería que las canciones funcionaran como yo me acerco a los músicos que me gustan y cuyas canciones escucho una y otra vez por la carga emocional que me provocan, y escucharlas es la mejor forma de revivirlas. En eso pienso cuando hago música, no es solo sobre mi sino como compartimos con la gente”, agrega.

Después de estudiar con el exquisito jazzista Lennie Tristano, Satriani se convierte en un maestro técnico de su instrumento, apareciendo con gigantes como Alice Cooper, Mick Jagger y Deep Purple, entre otros. Y hasta se dio el lujo de pelear unas regalías sobre el último éxito de Coldplay, ¡Viva la Vida!, ganando en un arreglo privado con el grupo inglés.

No satisfecho con sus 18 discos solistas, Satriani ha organizado un verdadero aquelarre de guitarristas alrededor del concepto en vivo conocido como G3 junto a un sinfín de colegas desde John Petrucci (Dream Theater) hasta Robert Fripp.

¿Haces demos para lograr todo lo posible en el estudio? ¿Cómo suenan?

Es interesante, porque cuando grabas digitalmente básicamente estás creando la base del producto final y ese archivo se puede mandar a cualquier parte del mundo y recibir eventualmente un sin fin de versiones que pueden vivir eternamente. Esto para mí es como cuando Mozart escribía en un papel pautado y aunque lo podría escribir mil veces cada copia era un original de su creatividad… No es como cuando trabajamos con las cintas magnéticas y era muy frustrante encontrar mejores versiones guardadas en un cajón. Ahora todo es posible en comunidad y realmente es algo muy excitante. Por ejemplo la cancion homonima del disco fue creada en 1998 con una idea orquestal muy básica y sobrevivió después de muchos proyectos y hasta que en una revisión a un soundtrack que hice hace 8 años encontré un sonido que me parecía perfecto para la canción original así que comencé a darle vueltas hasta que mande una versión casi final con un solo de guitarra que logre en una primera toma a mi productor y le gusto tanto que la compartió con la banda completa. Ese recorrido es fascinante gracias a la tecnología.

¿Cuál de las 14 canciones resultó la más sorpresiva para ti al finalizar el disco?

Creo que “Desolation”, porque la historia detrás es muy rara, ya que comenzó con una versión de 20 minutos pero la tuvimos que partir en tres secciones, con la original en medio y porque hicimos eso precisamente sólo me gustó la última sección de tres minutos, así que volvimos a trabajar por semanas en grupo en el estudio y la última vez que intente encontré en una improvisación un tema que era perfecto para esta canción que ha resultado en una sencilla expresión de sentimiento puro…. Y se ha vuelto una rola muy difícil para tocar en vivo ya que es opuesta totalmente a mi forma de trabajar pero viene directo del corazón.

¿Entonces la buena suerte también es un elemento importante al hacer música?

Yeah… Siempre digo, cuando doy clases en Berkeley, que los estudiantes tienen que estar preparados para la buena suerte. Tienes que practicar muchísimo, arreglarte el cabello, conseguirte un abogado y estar listo, siempre listo porque si no la suerte tocara la siguiente puerta.

Foto: Cortesía

¿Te gusta la música clásica?

Claro, cuando era niño en mi casa se escuchaba primordialmente jazz pero también mucha música clásica, así que cuando recuerdo mi infancia siempre me regresa a Bach, Satie y Stravinsky formando parte en mi desarrollo porque mis papás querían darnos esa oportunidad. Tuve la suerte de encontrarme en la prepa a un recién egresado de Julliard quien me compartía a un fantástico nivel música clásica difícil de encontrar entonces ya que también cantaba en un coro, sabía leer música y tocaba Led Zeppelin con mis cuates.

Has invitado a casi todos tus héroes musicales de la guitarra a tus conciertos de G3, ¿pero que les pides para que formen parte del proyecto?

Sólo que compartan su genialidad y sus buenas vibras en el escenario, ya que cada uno lleva carreras profesionales en sus grupos. Los conciertos del G3 son simplemente una celebración de la diferencia entre nosotros como guitarristas y Robert Fripp va a ser totalmente diferente a Yngwie Malmsteen y a Eric Johnson o Steve Vai o a mí… Deben de estar preparados para dar todo en el escenario.

Mi track preferido del disco es “Through a Mother’s Day Darkly”, ¿qué nos puedes decir de él?

Comenzó realmente muy curioso. Era un diez de mayo y compuse rápido el tema principal y lo envié esa noche a la banda como un regalo a todas las mamas de mis amigos músicos, y me sorprendió cuando todos pensaban que teníamos que incluirla en el disco. Aunque sabía que la estructura era muy primitiva y el solo de guitarra muy sencillo, todos compartieron sus ideas creando secciones más complicadas hasta conformar la versión final con la voz escrita de un disco anterior (Crystal Planet), pero comenzó como una de mis típicas bromas.

Y así fue la plática con esta leyenda viviente, un gigantesco héroe de la guitarra que representa mucho más que un exitoso y consumado músico por haber logrado un sonido distintivo y personal, hoy en dia no tan aplaudido por las nuevas generaciones acostumbradas al ruido incesantemente banal del Tik-Tok.



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Conocer a un héroe de la guitarra es toda una aventura, quizá porque es el instrumento moderno por naturaleza que ha cimentado el sonido no sólo de cualquier variante del rock, sino también del mejor jazz fusión y todo lo que caiga en medio.

Ahora imagínense platicar no sólo con un versado maestro técnico de estatura mundial, sino con un líder que ha reunido alrededor suyo en una serie de conciertos a los más influyentes guitarristas de varias generaciones, pasando desde el veterano huesero Steve Lukather hasta Kirk Hammett (Metallica).

Esa fue mi sensación al platicar con Joe Satriani, mencionado por todas las referencias como el más vendedor de todos los guitarristas solistas instrumentalistas (es decir dedicado a la música sin vocales).

Este 2022, Satriani editó The Elephants of Mars, un sorpresivo recuento de lo que significa tener 66 años y sufrir los efectos de la pandemia encerrado para un amante de los conciertos y de rodearse de colegas guitarristas. Un disco que ha resultado una sorpresa para sus seguidores por su sonido realmente refrescante para estos tiempos.

Acerca del track que abre el disco, “Sahara”, apunta:

“Creo que cuando estábamos decidiendo cuáles serían las 14 o 15 canciones del álbum nos topamos con el siempre problemático criterio de la secuencia para lograr una estructura con cierto sentido. Siempre me ha costado trabajo ese proceso y entonces hice un diagrama basado en los tonos de las canciones, sus tiempos, sus intensidades, e intente cierto orden donde una canción te llevara naturalmente a la otra para lograr un efecto de cierta continuidad y para que cuando terminaras de escuchar todo el álbum y pareciera que volvías al inicio. Todos coincidimos en que tenía que ser “Sahara” la primera canción, sólo porque sentimos todos los involucrados”.

Y con ese espíritu decidiste el título del disco, The Elephants of Mars?

Es curioso, porque cuando decides el nombre de un disco tienes dos caminos: O escoges el mismo del sencillo, lo cual es lo más común en el pop o algo que tenga que ver con el modo del disco completo. A mí siempre me ha servido escoger una canción que en su origen haya sido como una broma, por ejemplo con mi primer disco solista Not of This Earth (1986), quería algo que le gustara a mis amigos de la prepa porque nos encantaba una horrible película de ciencia ficción titulada exactamente igual. Quería que cuando vieran el título se remontaran a esas épocas reuniéndonos en espíritu y también que recordaran lo idiotas que éramos entonces!

Foto: Cortesía earMusic

Agrega que en aquel entonces no pensaba realmente en construir una carrera como guitarrista solista, pero que una cosa llevó a la otra y pronto tuvo otros títulos como Surfing with the Alien (1987), Flying in a Blue Dream (1989), Crystal Planet (1998) y Black Swans and Wormhole Wizards (2010).

“Lo curioso es que la secuencia fue cambiando y la idea era comenzar con la canción homónima del disco y lograr una secuencia, lo cual se hace muy difícil de esa forma. Ahora he pensado al revés: hacer las canciones, diseñar la secuencia y al final escoger el nombre del disco, el cual ahora creo que expresa a mis fans mi sentido del humor y mi amor por la ciencia ficción”, agrega.

La portada del disco es fantástica, ¿cómo llegaste a ella?

Sí, gracias al grandioso Todd Gallapo. Lo conocí porque es el responsable de la imagen del bar Cabo Wabo, de Sammy Hagar, y la idea surgió cuando platiqué con él sobre mi negativa a aparecer en la portada del disco después de tantos años de carrera y después de la larga reclusión en mi casa por la pandemia, por lo que no quería ninguna sesión de fotos y entonces después de decirle el título del disco y de enviarle una primera grabación se le ocurrió en tan solo un día utilizar partes de las guitarras como las orejas de los elefantes, fantástico, ¿no?

Claro. ¿Tú crees que al utilizar los tempos para construir este sentido musical también vas creando una narrativa con tu música?

Sí, y es una gran forma de explicarlo, ya que hablo sobre viajes muy personales en nuestras vidas, enfrentando nuevas realidades al mismo tiempo que nos sentimos algunas veces perdidos en la memoria y en el respeto a nuestros muertos. Aunque no comencé a grabar con ninguna restricción o preferencia sobre algún tema, quería que este disco fuera completamente expansivo, sobre todo por lo que sentía en el momento y espero que el resultado haya funcionado para todos los involucrados… La mecánica era enviar una idea original a mi productor y siempre le di espacio para reaccionar y para rebotar ideas sobre las composiciones.

“Cuando comenzamos no sabíamos cuáles canciones resultaban y al paso de los meses se acumulaban 25 o 30, provocando una fuerza diferente ya que teníamos que decidir hacia adentro de la creatividad una vez expresada complementando con las canciones finales… El secreto es que quería que las canciones funcionaran como yo me acerco a los músicos que me gustan y cuyas canciones escucho una y otra vez por la carga emocional que me provocan, y escucharlas es la mejor forma de revivirlas. En eso pienso cuando hago música, no es solo sobre mi sino como compartimos con la gente”, agrega.

Después de estudiar con el exquisito jazzista Lennie Tristano, Satriani se convierte en un maestro técnico de su instrumento, apareciendo con gigantes como Alice Cooper, Mick Jagger y Deep Purple, entre otros. Y hasta se dio el lujo de pelear unas regalías sobre el último éxito de Coldplay, ¡Viva la Vida!, ganando en un arreglo privado con el grupo inglés.

No satisfecho con sus 18 discos solistas, Satriani ha organizado un verdadero aquelarre de guitarristas alrededor del concepto en vivo conocido como G3 junto a un sinfín de colegas desde John Petrucci (Dream Theater) hasta Robert Fripp.

¿Haces demos para lograr todo lo posible en el estudio? ¿Cómo suenan?

Es interesante, porque cuando grabas digitalmente básicamente estás creando la base del producto final y ese archivo se puede mandar a cualquier parte del mundo y recibir eventualmente un sin fin de versiones que pueden vivir eternamente. Esto para mí es como cuando Mozart escribía en un papel pautado y aunque lo podría escribir mil veces cada copia era un original de su creatividad… No es como cuando trabajamos con las cintas magnéticas y era muy frustrante encontrar mejores versiones guardadas en un cajón. Ahora todo es posible en comunidad y realmente es algo muy excitante. Por ejemplo la cancion homonima del disco fue creada en 1998 con una idea orquestal muy básica y sobrevivió después de muchos proyectos y hasta que en una revisión a un soundtrack que hice hace 8 años encontré un sonido que me parecía perfecto para la canción original así que comencé a darle vueltas hasta que mande una versión casi final con un solo de guitarra que logre en una primera toma a mi productor y le gusto tanto que la compartió con la banda completa. Ese recorrido es fascinante gracias a la tecnología.

¿Cuál de las 14 canciones resultó la más sorpresiva para ti al finalizar el disco?

Creo que “Desolation”, porque la historia detrás es muy rara, ya que comenzó con una versión de 20 minutos pero la tuvimos que partir en tres secciones, con la original en medio y porque hicimos eso precisamente sólo me gustó la última sección de tres minutos, así que volvimos a trabajar por semanas en grupo en el estudio y la última vez que intente encontré en una improvisación un tema que era perfecto para esta canción que ha resultado en una sencilla expresión de sentimiento puro…. Y se ha vuelto una rola muy difícil para tocar en vivo ya que es opuesta totalmente a mi forma de trabajar pero viene directo del corazón.

¿Entonces la buena suerte también es un elemento importante al hacer música?

Yeah… Siempre digo, cuando doy clases en Berkeley, que los estudiantes tienen que estar preparados para la buena suerte. Tienes que practicar muchísimo, arreglarte el cabello, conseguirte un abogado y estar listo, siempre listo porque si no la suerte tocara la siguiente puerta.

Foto: Cortesía

¿Te gusta la música clásica?

Claro, cuando era niño en mi casa se escuchaba primordialmente jazz pero también mucha música clásica, así que cuando recuerdo mi infancia siempre me regresa a Bach, Satie y Stravinsky formando parte en mi desarrollo porque mis papás querían darnos esa oportunidad. Tuve la suerte de encontrarme en la prepa a un recién egresado de Julliard quien me compartía a un fantástico nivel música clásica difícil de encontrar entonces ya que también cantaba en un coro, sabía leer música y tocaba Led Zeppelin con mis cuates.

Has invitado a casi todos tus héroes musicales de la guitarra a tus conciertos de G3, ¿pero que les pides para que formen parte del proyecto?

Sólo que compartan su genialidad y sus buenas vibras en el escenario, ya que cada uno lleva carreras profesionales en sus grupos. Los conciertos del G3 son simplemente una celebración de la diferencia entre nosotros como guitarristas y Robert Fripp va a ser totalmente diferente a Yngwie Malmsteen y a Eric Johnson o Steve Vai o a mí… Deben de estar preparados para dar todo en el escenario.

Mi track preferido del disco es “Through a Mother’s Day Darkly”, ¿qué nos puedes decir de él?

Comenzó realmente muy curioso. Era un diez de mayo y compuse rápido el tema principal y lo envié esa noche a la banda como un regalo a todas las mamas de mis amigos músicos, y me sorprendió cuando todos pensaban que teníamos que incluirla en el disco. Aunque sabía que la estructura era muy primitiva y el solo de guitarra muy sencillo, todos compartieron sus ideas creando secciones más complicadas hasta conformar la versión final con la voz escrita de un disco anterior (Crystal Planet), pero comenzó como una de mis típicas bromas.

Y así fue la plática con esta leyenda viviente, un gigantesco héroe de la guitarra que representa mucho más que un exitoso y consumado músico por haber logrado un sonido distintivo y personal, hoy en dia no tan aplaudido por las nuevas generaciones acostumbradas al ruido incesantemente banal del Tik-Tok.



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