/ lunes 18 de febrero de 2019

Sonia, historia de una madre

El 20 de diciembre del 2014, Sonia recibió la noticia de que uno de sus hijos, había fallecido

En el año 2001, Sonia Sánchez, una madre guatemalteca, se vio obligada a tomar la difícil y dolorosa decisión de emigrar a los Estados Unidos. Partió hacia Los Ángeles dejando atrás sus recuerdos, su país y a sus cinco hijos pequeños, que quedaron al cuidado de su abuela. Sonia decidió ir en busca de nuevas oportunidades para ofrecer a su familia una vida mejor.

Llegó a la bulliciosa ciudad californiana sin conocer a nadie, enfrentándose a situaciones complicadas que quizá son parte del proceso de adaptación a una cultura distinta; no obstante, a los pocos días encontró trabajo.

Pasado un corto tiempo, buscó los medios para enviar apoyo económico a su familia y mantener contacto con ellos a través de cartas y llamadas telefónicas. La tecnología avanzó y unió más a la familia con el internet, los servicios telefónicos cada vez más accesibles y las redes sociales.

El 20 de diciembre del 2014, Sonia recibió la noticia de que uno de sus hijos, Alexander, había fallecido. Su muerte la hizo enfrentarse a una difícil batalla contra el alcohol.

Leí una carta desgarradora publicada en Facebook, en donde Sonia dedica a su hijo las palabras que me destrozaron por completo: “Mi Rayito: no me niegues, no me niegues el poder recordarte, no me niegues el poder llorar por ti. No me niegues este sufrir, tú sabes lo que siento, no dejes que me rinda, no, por favor. Te valoro y veo una luz que brilla en el espacio. No me niegues el saludo, no hoy, porque cada 20 de diciembre, como cada 28 de enero te recordaré: tu madre”.

Con el paso de los años los hermanos crecieron y se forjaron como hombres y mujeres de bien, cada uno estudiando lo que más amaba, como es el caso del hijo mayor, Melvin, quien es un destacado marino y ha tenido la oportunidad de viajar por el mundo. Con dificultades obtuvo su visa para visitar a Sonia el año pasado. Navegando en internet hace unos días, en un reportaje del periodista William Gómez Luna, vi un video sobre ese reencuentro de Sonia y Melvin después de dieciocho años de no verse.

El 30 de noviembre de 2018 fue para ellos el día más esperado. Lloré con mucha emoción al ver cómo Sonia cruzaba la línea de “prohibido el paso” para correr a los brazos de su hijo mayor que bajaba del avión. Con lágrimas en los ojos, llena de emoción y después de horas de espera, lo tuvo en sus brazos. No paraba de besarlo y de estrecharlo fuertemente mientras lloraba y le decía: “¡Te amo hijo, perdón hijo, perdón, por favor!, ¡quería un futuro para ustedes, yo quería algo mejor para ustedes y me perdí de estar con ustedes!”.

Escuché las dificultades que sufrieron para lograr este momento y cómo pasaron esos dieciocho largos años sin verse, e inmediatamente quise contactarlos.

Actualmente Sonia se dedica a las ventas en Los Ángeles y me confesó que ama vender. Desea estudiar y lograr el sueño de graduarse como contadora. Es miembro del Club Fuerza Migrante, que recauda fondos para apoyar a jóvenes que no tienen papeles en regla para darles becas de estudio.

Sonia está agradecida con toda la gente que durante su vida en Estado Unidos le ha tendido la mano. Siente un profundo agradecimiento hacia una familia de mexicanos originarios del municipio de Autlán, Jalisco, que le ayudaron cuando más lo necesitaba. Hoy es una mujer más fuerte y se enorgullece de su familia.

La familia siempre ha sido el pilar de la sociedad, es donde los miembros nacen, se educan, se forman y desarrollan. Debe ser refugio, orgullo y alegría para todos. Ella publicó hace unos días en su cuenta de Facebook: “Ni el mejor trabajo del mundo, ni el dinero, ni los lujos, valen lo que vale estar con tu hijo a diario”.

En el año 2001, Sonia Sánchez, una madre guatemalteca, se vio obligada a tomar la difícil y dolorosa decisión de emigrar a los Estados Unidos. Partió hacia Los Ángeles dejando atrás sus recuerdos, su país y a sus cinco hijos pequeños, que quedaron al cuidado de su abuela. Sonia decidió ir en busca de nuevas oportunidades para ofrecer a su familia una vida mejor.

Llegó a la bulliciosa ciudad californiana sin conocer a nadie, enfrentándose a situaciones complicadas que quizá son parte del proceso de adaptación a una cultura distinta; no obstante, a los pocos días encontró trabajo.

Pasado un corto tiempo, buscó los medios para enviar apoyo económico a su familia y mantener contacto con ellos a través de cartas y llamadas telefónicas. La tecnología avanzó y unió más a la familia con el internet, los servicios telefónicos cada vez más accesibles y las redes sociales.

El 20 de diciembre del 2014, Sonia recibió la noticia de que uno de sus hijos, Alexander, había fallecido. Su muerte la hizo enfrentarse a una difícil batalla contra el alcohol.

Leí una carta desgarradora publicada en Facebook, en donde Sonia dedica a su hijo las palabras que me destrozaron por completo: “Mi Rayito: no me niegues, no me niegues el poder recordarte, no me niegues el poder llorar por ti. No me niegues este sufrir, tú sabes lo que siento, no dejes que me rinda, no, por favor. Te valoro y veo una luz que brilla en el espacio. No me niegues el saludo, no hoy, porque cada 20 de diciembre, como cada 28 de enero te recordaré: tu madre”.

Con el paso de los años los hermanos crecieron y se forjaron como hombres y mujeres de bien, cada uno estudiando lo que más amaba, como es el caso del hijo mayor, Melvin, quien es un destacado marino y ha tenido la oportunidad de viajar por el mundo. Con dificultades obtuvo su visa para visitar a Sonia el año pasado. Navegando en internet hace unos días, en un reportaje del periodista William Gómez Luna, vi un video sobre ese reencuentro de Sonia y Melvin después de dieciocho años de no verse.

El 30 de noviembre de 2018 fue para ellos el día más esperado. Lloré con mucha emoción al ver cómo Sonia cruzaba la línea de “prohibido el paso” para correr a los brazos de su hijo mayor que bajaba del avión. Con lágrimas en los ojos, llena de emoción y después de horas de espera, lo tuvo en sus brazos. No paraba de besarlo y de estrecharlo fuertemente mientras lloraba y le decía: “¡Te amo hijo, perdón hijo, perdón, por favor!, ¡quería un futuro para ustedes, yo quería algo mejor para ustedes y me perdí de estar con ustedes!”.

Escuché las dificultades que sufrieron para lograr este momento y cómo pasaron esos dieciocho largos años sin verse, e inmediatamente quise contactarlos.

Actualmente Sonia se dedica a las ventas en Los Ángeles y me confesó que ama vender. Desea estudiar y lograr el sueño de graduarse como contadora. Es miembro del Club Fuerza Migrante, que recauda fondos para apoyar a jóvenes que no tienen papeles en regla para darles becas de estudio.

Sonia está agradecida con toda la gente que durante su vida en Estado Unidos le ha tendido la mano. Siente un profundo agradecimiento hacia una familia de mexicanos originarios del municipio de Autlán, Jalisco, que le ayudaron cuando más lo necesitaba. Hoy es una mujer más fuerte y se enorgullece de su familia.

La familia siempre ha sido el pilar de la sociedad, es donde los miembros nacen, se educan, se forman y desarrollan. Debe ser refugio, orgullo y alegría para todos. Ella publicó hace unos días en su cuenta de Facebook: “Ni el mejor trabajo del mundo, ni el dinero, ni los lujos, valen lo que vale estar con tu hijo a diario”.

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