León, Gto.- En el marco de la Feria del Libro (Fenal), la novelista e historiadora Celia del Palacio presentó su libro "Caminos de fuego" para el que realizó una profunda investigación sobre las mujeres prehispánicas, especialmente las sacerdotisas, que cuyas artes son transmitidas, desde pequeñas. Durante la gestación de la publicación se dio cuenta que había mínimos vestigios de las mujeres del siglo XVI y no sólo de las totonacas, sino de otros grupos indígenas y de aquellas que acompañaban a los españoles durante su viaje y conquista de América.
La escritora comentó que aunque hay pocas fuentes para documentarse en cuanto a la indumentaria, costumbres, olores, platillos, la vegetación, entre otras cosas, para imaginar cómo eran las mujeres de esa época.
“Es muy importante hacer un reconocimiento a las mujeres que están ahí como si no hubieran sido parte de la historia y eso hizo mucho daño al considerar que no merecían una sola palabra con respecto a lo que ocurrió en el pasado”, reconoció.
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Destacó la difícil y compleja tarea que tuvo al hacer construir la historia de la sacerdotisa e imaginar qué pudo haber sentido en su viaje, así como las mujeres mexicas, las que eran utilizadas sólo para trabajar u otras que eran prostitutas, al igual que aquellas que acompañaban a los españoles y quienes pasan desapercibidas.
“Es una crónica de indias contada desde el punto de vista de las mujeres y no sólo de la Malinche (...), qué hacía Cortés, qué hacía Moctezuma y cómo vivió el resto de la gente al momento del derrumbe del mundo prehispánico y cómo era antes de la llegada de los españoles”.
La novela busca dar el punto de vista de otras personas de cómo vivieron ese mundo que no sería igual, un momento de dolor, de cómo construyeron un mundo nuevo y reconstruyeron su historia.
Comentó que en Hidalgo acaba de ser descubierta una imagen seguramente de una sacerdotisa, con vestimentas impresionantes, eran mujeres caciques que tenían a pueblos enteros, aunque la literatura es la mayor parte de tipo masculina.
Recalcó que en este libro el lector puede sentir el frío, la emoción, el miedo, el gusto de disfrutar de los platos prehispánicos, sus aromas, de conocer los árboles y toda la vegetación que había, pues los totonacas consideraban que una persona inteligente tenía buen sentido del olfato o de lo contrario tenía “nariz de elote”.
“Habla de un momento parecido al que vivimos, donde no hay certidumbre de nada, porque algo cambió en nuestras vidas, enfrentamos una pandemia, y en este caso cuando la sacerdotisa regresó a casa y vio que sus herramientas no le servían para enfrentar el problema”, concluyó.
