/ jueves 1 de julio de 2021

Educar corazones

Francisco Javier Zavala Ramírez

Generalmente se piensa que el niño acude a la escuela para incorporar aprendizajes académicos. Es una Cultura que ha predominado en todos los sectores de la sociedad que nuestros hijos obtengan las mejores notas en su boleta de calificaciones o certificado de estudios es motivo de orgullo para nosotros lo padres de familia, más meritorio aún si reciben la medalla de excelencia académica.

No es de extrañar, ante ésta motivación narcisista del tutor del niño que opte por hacerle la tarea al menor, lo cual indicaría que la calificación por el maestro asignada, no se la ganó el niño, sino el padre o madre de familia.

El logro académico del escolar, está estrechamente vinculado a nuestra satisfacción personal. Pareciera significar que las calificaciones de nuestros hijos, son una extensión de calificación a nuestro desempeño como padres. Éstas consideraciones son pertinentes si asociamos el proceso educativo al mundo de la economía social, en donde el valor de un estudiante se asigna en función de sus calificaciones obtenidas.

La dinámica psicosocial manifiesta la complicada adaptación del individuo a su contexto, en donde no existe una relación directa entre el tipo de escuela, las notas académicas obtenidas por el estudiante y su proceso adaptativo social, lo cual nos coloca en un estado de alerta, toda vez que nos hemos ocupado en formar cabezas más no corazones, tesis que sostengo, cuando las redes sociales, los medios de comunicación proyectan noticias cargadas de violencia, destrucción y muerte.

No sólo el sistema educativo, sino la sociedad en su conjunto, habremos de reflexionar en la importancia de reorientar la educación fundada en principios éticos humanistas, como ya lo planteaba Erich Fromm y Paulo Freire entre otros.

La crisis de salud que vivimos, nos ha dejado profundas enseñanzas que se hace necesario incorporarlas tanto en lo público como en lo privado, los seres humanos que sobrevivimos, tenemos una gran tarea histórica, quejarnos, culpar, repetir nuestros patrones de conducta sin reflexionar en ellos, es perpetuar el malestar de una cultura, sedienta de humanismo en nuestra relación con el mundo.

Titular de la Oficina de Enlace de la Secretaría de Educación Pública en el Estado de Guanajuato.

fcozavalaramirez@gmail.com


Francisco Javier Zavala Ramírez

Generalmente se piensa que el niño acude a la escuela para incorporar aprendizajes académicos. Es una Cultura que ha predominado en todos los sectores de la sociedad que nuestros hijos obtengan las mejores notas en su boleta de calificaciones o certificado de estudios es motivo de orgullo para nosotros lo padres de familia, más meritorio aún si reciben la medalla de excelencia académica.

No es de extrañar, ante ésta motivación narcisista del tutor del niño que opte por hacerle la tarea al menor, lo cual indicaría que la calificación por el maestro asignada, no se la ganó el niño, sino el padre o madre de familia.

El logro académico del escolar, está estrechamente vinculado a nuestra satisfacción personal. Pareciera significar que las calificaciones de nuestros hijos, son una extensión de calificación a nuestro desempeño como padres. Éstas consideraciones son pertinentes si asociamos el proceso educativo al mundo de la economía social, en donde el valor de un estudiante se asigna en función de sus calificaciones obtenidas.

La dinámica psicosocial manifiesta la complicada adaptación del individuo a su contexto, en donde no existe una relación directa entre el tipo de escuela, las notas académicas obtenidas por el estudiante y su proceso adaptativo social, lo cual nos coloca en un estado de alerta, toda vez que nos hemos ocupado en formar cabezas más no corazones, tesis que sostengo, cuando las redes sociales, los medios de comunicación proyectan noticias cargadas de violencia, destrucción y muerte.

No sólo el sistema educativo, sino la sociedad en su conjunto, habremos de reflexionar en la importancia de reorientar la educación fundada en principios éticos humanistas, como ya lo planteaba Erich Fromm y Paulo Freire entre otros.

La crisis de salud que vivimos, nos ha dejado profundas enseñanzas que se hace necesario incorporarlas tanto en lo público como en lo privado, los seres humanos que sobrevivimos, tenemos una gran tarea histórica, quejarnos, culpar, repetir nuestros patrones de conducta sin reflexionar en ellos, es perpetuar el malestar de una cultura, sedienta de humanismo en nuestra relación con el mundo.

Titular de la Oficina de Enlace de la Secretaría de Educación Pública en el Estado de Guanajuato.

fcozavalaramirez@gmail.com