/ lunes 30 de mayo de 2022

Economía 4.0 | El ajuste estructural que viene

En 1980 la deuda del gobierno federal de Estados Unidos como proporción del PIB era de 34.6%. Durante los siguientes 40 años la economía estadounidense aumentó su endeudamiento público al grado de que hoy representa 129.2%.

Al igual que ocurrió en los años ochenta del siglo XX, la presión inflacionaria que se abate sobre Estados Unidos tiene como respuesta la aplicación de una política monetaria restrictiva, particularmente a través del incremento en las tasas de interés.

Si se cumple la advertencia que hizo el presidente de la Reserva Federal en el sentido de que el ajuste “dolerá”, el entorno económico que Estados Unidos enfrentará no solamente se observará en restricciones que afectarán al consumo e inversión privada: el presupuesto público será otro de los afectados.

El aumento en el costo financiero será el mecanismo inicial que implicará un ajuste fiscal durante los siguientes años: la deuda pública de Estados Unidos supera los 30 billones de dólares, por lo que el aumento de un punto porcentual en la tasa de interés elevará el requerimiento de recursos para solventar dicho pasivo.

La implicación es clara: el gasto e inversión pública enfrentarán restricciones para mantenerse como motor del crecimiento económico.

Lamentablemente el resto del mundo vive una situación similar. La deuda pública de Japón alcanza el 285% de su PIB. La de Reino Unido 102%, Francia el 129%, Italia el 175%, Brasil el 100%, Canadá 105%, Bélgica 118%, Grecia 233%, Portugal 146%, España 110% y China el 61%, solo por citar algunos ejemplos relevantes.

La variación al alza en las tasas de interés dejará una herencia clara: una oleada de restricciones para la política fiscal en cada uno de esos países que se sumará a la poca eficacia que la medida puede tener para controlar la presión de los precios.

El 2023 será el testigo de los resultados que la estrategia de política monetaria restrictiva tendrá sobre la economía global: la ortodoxia y ausencia de otros esquemas de política económica para enfrentar el desequilibrio han abierto la puerta a una historia que hace 40 años causó el quebranto de América Latina y que la condenó a lo que se conoció como la “deuda eterna”: la región sigue pagando los intereses del endeudamiento alcanzado en aquel momento.

Estados Unidos tiene mayor margen de maniobra, viene de una fase expansiva en su PIB. China tiene la fortaleza de su sector industrial y elevada productividad. Ambas economías son altamente innovadoras. El resto del mundo enfrentará problemas.

La Unión Europea tiene poco espacio económico: la guerra en Ucrania representa una crisis multidimensional que limita su acceso a energéticos y productos básicos que le llegaban de la región en conflicto.

México llega con una deuda pública y pasivos contingentes que superan el 120% como proporción del PIB por lo que debe aprovechar la oportunidad de este momento histórico: la reubicación de las cadenas de valor que buscan salir del Este de Asia.

Con ello México puede atraer inversión productiva o enfrentar las consecuencias de una estrategia de política monetaria que se anuncia como dependiente de las decisiones que tome la Reserva Federal.

La política industrial se encuentra detrás de la primera opción: una agenda de reindustrialización en torno a los sectores estratégicos que buscan reubicarse en América del Norte.

La ortodoxia monetaria y la firma de más acuerdos comercial sin política industrial ya ha mostrado su límite: los últimos 40 años son testigo de ello.

En 1980 la deuda del gobierno federal de Estados Unidos como proporción del PIB era de 34.6%. Durante los siguientes 40 años la economía estadounidense aumentó su endeudamiento público al grado de que hoy representa 129.2%.

Al igual que ocurrió en los años ochenta del siglo XX, la presión inflacionaria que se abate sobre Estados Unidos tiene como respuesta la aplicación de una política monetaria restrictiva, particularmente a través del incremento en las tasas de interés.

Si se cumple la advertencia que hizo el presidente de la Reserva Federal en el sentido de que el ajuste “dolerá”, el entorno económico que Estados Unidos enfrentará no solamente se observará en restricciones que afectarán al consumo e inversión privada: el presupuesto público será otro de los afectados.

El aumento en el costo financiero será el mecanismo inicial que implicará un ajuste fiscal durante los siguientes años: la deuda pública de Estados Unidos supera los 30 billones de dólares, por lo que el aumento de un punto porcentual en la tasa de interés elevará el requerimiento de recursos para solventar dicho pasivo.

La implicación es clara: el gasto e inversión pública enfrentarán restricciones para mantenerse como motor del crecimiento económico.

Lamentablemente el resto del mundo vive una situación similar. La deuda pública de Japón alcanza el 285% de su PIB. La de Reino Unido 102%, Francia el 129%, Italia el 175%, Brasil el 100%, Canadá 105%, Bélgica 118%, Grecia 233%, Portugal 146%, España 110% y China el 61%, solo por citar algunos ejemplos relevantes.

La variación al alza en las tasas de interés dejará una herencia clara: una oleada de restricciones para la política fiscal en cada uno de esos países que se sumará a la poca eficacia que la medida puede tener para controlar la presión de los precios.

El 2023 será el testigo de los resultados que la estrategia de política monetaria restrictiva tendrá sobre la economía global: la ortodoxia y ausencia de otros esquemas de política económica para enfrentar el desequilibrio han abierto la puerta a una historia que hace 40 años causó el quebranto de América Latina y que la condenó a lo que se conoció como la “deuda eterna”: la región sigue pagando los intereses del endeudamiento alcanzado en aquel momento.

Estados Unidos tiene mayor margen de maniobra, viene de una fase expansiva en su PIB. China tiene la fortaleza de su sector industrial y elevada productividad. Ambas economías son altamente innovadoras. El resto del mundo enfrentará problemas.

La Unión Europea tiene poco espacio económico: la guerra en Ucrania representa una crisis multidimensional que limita su acceso a energéticos y productos básicos que le llegaban de la región en conflicto.

México llega con una deuda pública y pasivos contingentes que superan el 120% como proporción del PIB por lo que debe aprovechar la oportunidad de este momento histórico: la reubicación de las cadenas de valor que buscan salir del Este de Asia.

Con ello México puede atraer inversión productiva o enfrentar las consecuencias de una estrategia de política monetaria que se anuncia como dependiente de las decisiones que tome la Reserva Federal.

La política industrial se encuentra detrás de la primera opción: una agenda de reindustrialización en torno a los sectores estratégicos que buscan reubicarse en América del Norte.

La ortodoxia monetaria y la firma de más acuerdos comercial sin política industrial ya ha mostrado su límite: los últimos 40 años son testigo de ello.