/ lunes 24 de enero de 2022

Economía 4.0 | Economía mexicana: ¿tropezón, desaceleración o recesión?

La publicación del Indicador Oportuno de Actividad Económica (IOAE) por parte del INEGI encendió las señales de alerta sobre qué pasará con el PIB durante el 2022: algunos grupos financieros comenzaron a señalar que la economía se encuentra en recesión técnica.

Si bien aún se puede debatir si ello es correcto, lo que se puede afirmar es que el sistema productivo no tiene el ímpetu para alcanzar el crecimiento del 6% que se había planteado como algo posible para el 2021.

Las cifras preliminares permiten estimar que un escenario optimista sería que México hubiese logrado crecer sólo 5%. En consecuencia el país no se repuso de la caída de (-) 8% contabilizada en el 2020: será hasta el 2023 cuando regrese al nivel registrado a inicios del 2021.

¿Qué ocurrió? En la coyuntura el IOAE confirma que durante el último bimestre del año pasado el incremento promedio apenas superó el 0.1%, una cifra que permite establecer un aumento del PIB de 5%, o inferior, durante el 2021.

El análisis de los dos principales componentes del PIB permite establecer la prevalencia de una debilidad en el sector de los servicios, el cual representa más del 60% de la economía nacional. De acuerdo al INEGI durante noviembre y diciembre dicho sector tuvo dos retrocesos que muestran la fragilidad del mercado interno, aún antes de la aparición de la cuarta ola de COVID-19.

Parte de lo anterior se encuentra correlacionado con los 15 millones de mexicanos en subocupados o ocupados en condiciones críticas: se encuentran atrapados por la informalidad y la precariedad laboral.

Por su parte el sector industrial exhibió incrementos marginales de 0.7% y 0.4% en noviembre y diciembre respectivamente. En esto último influyen la moderada actividad del sector automotriz, los retrocesos en la edificación y la contracción que existe en algunos componentes estratégicos del sector energético.

Si bien la construcción de infraestructura y las manufacturas mantienen un mejor dinamismo, esto no alcanza a compensar lo que ocurre en los sectores productivos mencionados.

Sin lugar a duda que ello permite entender la disminución en el empleo formal registrado ante el IMSS durante el mes de diciembre y aún en la primera quincena enero del 2022.

¿Qué sigue? A la dinámica descrita se le deberá agregar el entorno de presión inflacionaria, el avance del COVID-19, la discrepancia en las reglas de origen suscritas en el T-MEC, la presión de Estados Unidos en materia energética y el incremento previsible en las tasas de interés.

En función del contexto descrito se requiere de un programa económico contingente de tesitura industrial que permita potenciar a los sectores productivos internos que tienen la capacidad de atenuar la desaceleración.

Los nuevos proyectos de infraestructura deberán ser impulsados con un mayor contenido nacional y en donde se involucre una mayor participación de empresas establecidas en México.

Por su parte, la banca de desarrollo podría impulsar a los sectores estratégicos que tienen la capacidad de competir tanto en el mercado interno como en los mercados internacionales.

En esencia, las cifras preliminares presentadas por el INEGI confirman la pertinencia de evitar una mayor desaceleración a través de la aplicación de un programa de política industrial, representa el único mecanismo que ha logrado tener éxito a nivel global en la época de la pandemia.

La publicación del Indicador Oportuno de Actividad Económica (IOAE) por parte del INEGI encendió las señales de alerta sobre qué pasará con el PIB durante el 2022: algunos grupos financieros comenzaron a señalar que la economía se encuentra en recesión técnica.

Si bien aún se puede debatir si ello es correcto, lo que se puede afirmar es que el sistema productivo no tiene el ímpetu para alcanzar el crecimiento del 6% que se había planteado como algo posible para el 2021.

Las cifras preliminares permiten estimar que un escenario optimista sería que México hubiese logrado crecer sólo 5%. En consecuencia el país no se repuso de la caída de (-) 8% contabilizada en el 2020: será hasta el 2023 cuando regrese al nivel registrado a inicios del 2021.

¿Qué ocurrió? En la coyuntura el IOAE confirma que durante el último bimestre del año pasado el incremento promedio apenas superó el 0.1%, una cifra que permite establecer un aumento del PIB de 5%, o inferior, durante el 2021.

El análisis de los dos principales componentes del PIB permite establecer la prevalencia de una debilidad en el sector de los servicios, el cual representa más del 60% de la economía nacional. De acuerdo al INEGI durante noviembre y diciembre dicho sector tuvo dos retrocesos que muestran la fragilidad del mercado interno, aún antes de la aparición de la cuarta ola de COVID-19.

Parte de lo anterior se encuentra correlacionado con los 15 millones de mexicanos en subocupados o ocupados en condiciones críticas: se encuentran atrapados por la informalidad y la precariedad laboral.

Por su parte el sector industrial exhibió incrementos marginales de 0.7% y 0.4% en noviembre y diciembre respectivamente. En esto último influyen la moderada actividad del sector automotriz, los retrocesos en la edificación y la contracción que existe en algunos componentes estratégicos del sector energético.

Si bien la construcción de infraestructura y las manufacturas mantienen un mejor dinamismo, esto no alcanza a compensar lo que ocurre en los sectores productivos mencionados.

Sin lugar a duda que ello permite entender la disminución en el empleo formal registrado ante el IMSS durante el mes de diciembre y aún en la primera quincena enero del 2022.

¿Qué sigue? A la dinámica descrita se le deberá agregar el entorno de presión inflacionaria, el avance del COVID-19, la discrepancia en las reglas de origen suscritas en el T-MEC, la presión de Estados Unidos en materia energética y el incremento previsible en las tasas de interés.

En función del contexto descrito se requiere de un programa económico contingente de tesitura industrial que permita potenciar a los sectores productivos internos que tienen la capacidad de atenuar la desaceleración.

Los nuevos proyectos de infraestructura deberán ser impulsados con un mayor contenido nacional y en donde se involucre una mayor participación de empresas establecidas en México.

Por su parte, la banca de desarrollo podría impulsar a los sectores estratégicos que tienen la capacidad de competir tanto en el mercado interno como en los mercados internacionales.

En esencia, las cifras preliminares presentadas por el INEGI confirman la pertinencia de evitar una mayor desaceleración a través de la aplicación de un programa de política industrial, representa el único mecanismo que ha logrado tener éxito a nivel global en la época de la pandemia.