/ lunes 9 de agosto de 2021

Cuba… Lo que la prensa alineada jamás dirá (Parte II)

“Patria es humanidad”, vibró al tono de rebeldía la voz del poeta. José Martí nació en Cuba, y murió por la independencia de Cuba. Su poesía libertaria brota como fuego que amalgama la razón y la emoción en una sola flama. Su palabra ofrece lógica al entendimiento, y sentido irrevocable al objetivo humanitario de la solidaridad internacionalista.

El ideal de los derechos humanos de llegar algún día al alcance de todos, se sostienen en esta visión de hermandad global. Patria; mi tierra, mi hogar; no puede ser únicamente una limitada geografía dentro del inmenso mural de diversidad cultural. Patria no es un sustantivo que nos sustraiga del resto del mundo. Patria no es una herencia del pasado, ni un atributo de la personalidad jurídica del ciudadano.

Patria eres tú, ellos, nosotros y ustedes conviviendo y construyendo día a día cultura, historia y sociedad. Todos y todas; blancos, negros, mulatos, criollos, mestizos y zambos. Latinas, germanas, orientales y árabes. Para poder apreciar la esencia de la condición humana es necesario sobrepasar los prejuicios doctrinarios del racismo, clasismo, nacionalismo y muchos otros “ismos” que sin sustento alguno pregonan la inferioridad de unos para fundamentar la dominación otros.

He dicho ya que los medios masivos de comunicación alineados tienen la finalidad de desacreditar, desinformar y debilitar todo ejemplo de pensamiento que motive a la organización de unos con otros para oponerse a los dictámenes de los gobiernos del “Primer Mundo”, quienes, al final de cuentas, encubren grandes intereses privados.

Actuando paralelamente al sistema mundial de la prensa alineada,

los sistemas educativos ortodoxos complementan esta misma misión. Nuestras juventudes estudiantiles poco, o casi nada, estudian sobre la historia de los pueblos marginados y empobrecidos; los del sur; los de abajo; los del “Tercer Mundo”. Muy poco se enseña esta ciencia que es la madre de las ciencias políticas. La razón es clara: El conocimiento de la historia propia y la de los pueblos del mundo genera conciencia política, y ésta, a su vez, produce indignación y justa rebeldía.

Por esto mismo, no debemos olvidar que entre el 15 de noviembre de 1884 y el 26 de febrero de 1885, trece países europeos junto con los Estado Unidos celebraron la conocida “Conferencia de Berlín”, en la que prácticamente se dividieron el dominio del continente africano, como si fueran rebanas de un codiciado pastel de incalculables riquezas naturales. Ni un solo representante africano asistió a tal “prestigiosa” repartición. Simplemente se sintieron con el derecho divino de adueñarse, explotar y mutilar todo cuanto su rebanada abarcó.

Tampoco debemos olvidar que en aquella región del mundo se llevó cabo uno de los episodios más vergonzosos de la historia: la trata de esclavos trasatlántica. Se estima que del siglo XVI al XIX, entre 10 y 12 millones de africanos fueron brutalmente transportados como esclavos de las costas africanas al continente americano. Ingleses, portugueses, holandeses y franceses sobresalieron como los actores principales de esta encarnizada obra que arrogantemente llamaron “misión civilizadora”.

El terror y el monopolio cultural fueron los métodos para imponer la creencia de la inferioridad racial. Esteve Biko, joven luchador contra el sistema racista del Apartheid en la Sudáfrica de la década de los 60s y 70s, asesinado a la edad de apenas 35 años, lo explicó contundentemente en su icónica frase: “la liberación surge de la comprensión por parte de los negros de que el arma más potente en manos del opresor es la mente del oprimido".

Esa era el África colonizada a la que la Revolución cubana decidió apoyar. A lo largo de la isla caribeña se puede leer en pintas y murales urbanos un emotivo mensaje: “No damos lo que nos sobra, compartimos lo que tenemos”.

La Revolución cubana compartió el deseo de los pueblos africanos de buscar y exigir su derecho a la autodeterminación. El derecho al libre desarrollo de su cultura no fue un regalo de los colonizadores europeos; fue el resultado de revoluciones armadas.

La Revolución cubana y las luchas de liberación nacional africanas compartieron un mismo sueño: ser sujetos constructores de su propio destino.

Por esto, y mucho más que queda guardado en la historia de los pueblos del hemisferio sur del planeta, el premio noble de la paz, Nelson Mandela, dijo y sostuvo con gratitud y reconocimiento desde su encarcelamiento en la prisión de Robben Island: “Es la primera vez que un país vino de otro continente no para llevarse algo, sino para ayudar a los africanos a conseguir su libertad”.

Líder de la Cooperativa de Trabajadores Solidarios por el Medio Ambiente.

Traductor y articulista para la Embajada de la República Saharawi Accra.

cooperativa.tsma@gmail.com

“Patria es humanidad”, vibró al tono de rebeldía la voz del poeta. José Martí nació en Cuba, y murió por la independencia de Cuba. Su poesía libertaria brota como fuego que amalgama la razón y la emoción en una sola flama. Su palabra ofrece lógica al entendimiento, y sentido irrevocable al objetivo humanitario de la solidaridad internacionalista.

El ideal de los derechos humanos de llegar algún día al alcance de todos, se sostienen en esta visión de hermandad global. Patria; mi tierra, mi hogar; no puede ser únicamente una limitada geografía dentro del inmenso mural de diversidad cultural. Patria no es un sustantivo que nos sustraiga del resto del mundo. Patria no es una herencia del pasado, ni un atributo de la personalidad jurídica del ciudadano.

Patria eres tú, ellos, nosotros y ustedes conviviendo y construyendo día a día cultura, historia y sociedad. Todos y todas; blancos, negros, mulatos, criollos, mestizos y zambos. Latinas, germanas, orientales y árabes. Para poder apreciar la esencia de la condición humana es necesario sobrepasar los prejuicios doctrinarios del racismo, clasismo, nacionalismo y muchos otros “ismos” que sin sustento alguno pregonan la inferioridad de unos para fundamentar la dominación otros.

He dicho ya que los medios masivos de comunicación alineados tienen la finalidad de desacreditar, desinformar y debilitar todo ejemplo de pensamiento que motive a la organización de unos con otros para oponerse a los dictámenes de los gobiernos del “Primer Mundo”, quienes, al final de cuentas, encubren grandes intereses privados.

Actuando paralelamente al sistema mundial de la prensa alineada,

los sistemas educativos ortodoxos complementan esta misma misión. Nuestras juventudes estudiantiles poco, o casi nada, estudian sobre la historia de los pueblos marginados y empobrecidos; los del sur; los de abajo; los del “Tercer Mundo”. Muy poco se enseña esta ciencia que es la madre de las ciencias políticas. La razón es clara: El conocimiento de la historia propia y la de los pueblos del mundo genera conciencia política, y ésta, a su vez, produce indignación y justa rebeldía.

Por esto mismo, no debemos olvidar que entre el 15 de noviembre de 1884 y el 26 de febrero de 1885, trece países europeos junto con los Estado Unidos celebraron la conocida “Conferencia de Berlín”, en la que prácticamente se dividieron el dominio del continente africano, como si fueran rebanas de un codiciado pastel de incalculables riquezas naturales. Ni un solo representante africano asistió a tal “prestigiosa” repartición. Simplemente se sintieron con el derecho divino de adueñarse, explotar y mutilar todo cuanto su rebanada abarcó.

Tampoco debemos olvidar que en aquella región del mundo se llevó cabo uno de los episodios más vergonzosos de la historia: la trata de esclavos trasatlántica. Se estima que del siglo XVI al XIX, entre 10 y 12 millones de africanos fueron brutalmente transportados como esclavos de las costas africanas al continente americano. Ingleses, portugueses, holandeses y franceses sobresalieron como los actores principales de esta encarnizada obra que arrogantemente llamaron “misión civilizadora”.

El terror y el monopolio cultural fueron los métodos para imponer la creencia de la inferioridad racial. Esteve Biko, joven luchador contra el sistema racista del Apartheid en la Sudáfrica de la década de los 60s y 70s, asesinado a la edad de apenas 35 años, lo explicó contundentemente en su icónica frase: “la liberación surge de la comprensión por parte de los negros de que el arma más potente en manos del opresor es la mente del oprimido".

Esa era el África colonizada a la que la Revolución cubana decidió apoyar. A lo largo de la isla caribeña se puede leer en pintas y murales urbanos un emotivo mensaje: “No damos lo que nos sobra, compartimos lo que tenemos”.

La Revolución cubana compartió el deseo de los pueblos africanos de buscar y exigir su derecho a la autodeterminación. El derecho al libre desarrollo de su cultura no fue un regalo de los colonizadores europeos; fue el resultado de revoluciones armadas.

La Revolución cubana y las luchas de liberación nacional africanas compartieron un mismo sueño: ser sujetos constructores de su propio destino.

Por esto, y mucho más que queda guardado en la historia de los pueblos del hemisferio sur del planeta, el premio noble de la paz, Nelson Mandela, dijo y sostuvo con gratitud y reconocimiento desde su encarcelamiento en la prisión de Robben Island: “Es la primera vez que un país vino de otro continente no para llevarse algo, sino para ayudar a los africanos a conseguir su libertad”.

Líder de la Cooperativa de Trabajadores Solidarios por el Medio Ambiente.

Traductor y articulista para la Embajada de la República Saharawi Accra.

cooperativa.tsma@gmail.com